28 diciembre 2008

LA ESTELA DE NARAM-SIN

CUANDO LOS REYES SE HICIERON DIOSES

Hacia mediados del siglo XXIV a.C. un pueblo de origen semita logró dominar todo el territorio de Mesopotamia, creando un imperio que acabaría alcanzando el mar Mediterráneo por la zona del actual Líbano. Se trataba de los acadios, que iniciaron su expansión durante el reinado de Sargón el Grande. Con uno de sus nietos, Naram-Sin (2254-2218 a.c.), este imperio alcanzó su máxima extensión territorial, aunque para ello este rey dedicase la mayor parte de sus 36 años de reinado a luchar contra sus enemigos y a aplastar las numerosas sublevaciones que se sucedieron contra él.

El imperio acadio durante los reinados de Sargón y Naram-Sin.
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De esta actividad guerrera del monarca nos ha quedado una interesante demostración en la estela que lleva su nombre, llamada también estela de la victoria, un bloque de piedra arenisca de unos dos metros de altura, tallado en suave bajorrelieve y que presenta una importante novedad respecto a las estelas mesopotámicas habituales hasta ese momento. Se trata de que la obra no está dividida en varios registros, sino que nos muestra una única escena, descrita brevemente en el texto grabado en su parte superior, según el cual se conmemora con esta obra la victoria de Naram-Sin sobre un pueblo habitante de los montes Zagros, los lullabi.

Estela de Naram-Sin. (Mediados siglo XIII a.C.). París.

Hacia uno de esos montes asciende Naram-Sin, en medio de una paisaje en el que es visible algún árbol. Le acompañan varios soldados de su ejército, armados y protegidos por cascos, al tiempo que dos de ellos portan las insignias reales. Todos dirigen sus miradas hacia arriba, porque en un plano superior y a mayor tamaño figura el monarca, a cuyo paso se desatan el dolor y la muerte. Uno de sus enemigos cae de la montaña, despeñado, mientras el rey pisotea a otro y ha dejado herido de muerte a un tercero, atravesado de un lanzazo, y más a su derecha un último montañés aterrorizado, quizás el jefe, implora clemencia.

Reparemos ahora en la figura del monarca. Viste un corto faldellín y porta numeroso armamento: una lanza en su mano derecha, un arco compuesto y un hacha a la cintura. Sin embargo, lo más llamativo de su indumentaria consiste en el casco de cuernos que cubre su cabeza, un elemento normalmente reservado a las representaciones de las divinidades. Pero es que además el texto de la estela indica claramente la consideración divina del rey. Así pues, esta obra escultórica viene a decirnos que los hechos de Naram-Sin lo han elevado a la categoría de dios. Y tanto es así que la ascensión del monarca por la montaña no sólo es la muestra de su victoria militar, sino la demostración de su elevación al plano divino, a la misma categoría de los otros dioses que figuran en la estela, representados mediante símbolos astrales.
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Algunos han querido ver en esas dos estrellas que figuran en lo alto de la estela un ejemplo de un fenómeno astronómico inusitado, como si el recorrido del sol por el horizonte fuese acompañado del de un cometa. Pero no hay que pensar en una cosa así. Más bien Naram-Sin, que se tituló a si mismo rey de las cuatro partes del mundo, quería dejar bien claro que había alcanzado la categoría divina, con el beneplácito de los propios dioses. No era poca cosa, desde luego.
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En esta página de Historia Antigua disponéis de una excelente síntesis histórica sobre el Imperio acadio. Sobre la estela de la victoria, hay que leer la información detallada que nos ofrece (en francés e inglés) la web del Museo de Louvre, donde se encuentra. En español, hay una buena descripción en esta página.

9 comentarios:

clariana dijo...

Es interesante la historia del pueblo acadio y de Naran-Sim y este querer proclamarse el rey como una divinidad más. La piedra esculpida en bajorrelieve es muy bella.
Parece que el sino del hombre es éste, el de las batallas y las conquistas, pues han pasado muchos años, tenemos muchos avances, y destruimos a los pueblos más débiles o permitimos que los destruyan. Es triste. Le deseo feliz 2009

Juan Diego Caballero dijo...

Efectivamente, Clariana, es interesante la historia de los acadios porque crecieron como la espuma y desaparecieron como el humo.
Saludos cordiales y feliz año también para ti.
JDC

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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