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02 junio 2009

LA "MÁSCARA" DE SARGÓN

... Y EL EXPOLIO DEL PATRIMONIO ARTÍSTICO

Sargón, el poderoso rey, rey de Agadé, soy yo.
Mi madre fue una cambiante, a mi padre no lo conocí.
Los hermanos de mi padre amaron las colinas.
Mi ciudad es Azupiranu, la cual está ubicada en los márgenes del Eúfrates.
Mi cambiante madre me concibió, en secreto me dio a luz.
Ella me puso en una canasta de juncos, con betún selló mi tapa.
Ella me echó en el río, el cual no se elevó sobre mí.
El río me sostuvo y me condujo hasta Akki, el depositario del agua,
que me levantó cuando él sumergió su jarro,
Akki, el depositario del agua, me tomó como su hijo y me apoyó.
Akki, el depositario del agua, me designó su jardinero.
Mientras yo fui su jardinero, Ishtar me concedió su amor, y por cuatro años yo ejercí el reinado.
El pueblo de cabezas negras yo dirigí, yo goberné...


Acabáis de leer un texto cuyo origen, como leyenda oral, se remonta quizás a más de 4000 años atrás. Muy probablemente fue elaborado a finales del tercer milenio a.C., aunque también hay quien lo considera algo posterior. En cualquier caso, siempre anterior al comienzo del primer milenio a.C. Cuando leemos ese texto, dos cosas pueden atraer nuestra atención. De un lado, el hecho mismo de su conservación: lo conocemos casi en su totalidad gracias a cuatro tablillas cuneiformes, que contienen diversos fragmentos de la leyenda. Pero, en segunda lugar, esa leyenda seguramente nos resulte familiar, al tratar de un bebé depositado en un cesto de juncos y arrojado a un río, del que es milagrosamente rescatado. Claro, algo muy semejante se narra en la Biblia (Éxodo, 2, 1-10) para contarnos la historia de Moisés, el libertador de los judíos, que tantas veces se nos narró en la escuela de la dictadura.

Así pues este texto nos habla de un rey, Sharrum-kin, el gran Sargón de Akkad (hacia 2334–2279 a. C.), creador del primer imperio mesopotámico, el acadio, que extendió sus dominios a lo largo de las cuencas de los ríos Tigris y Eúfrates, y cuya población se identifica como de los cabezas negras, conforme a una vieja denominación que se daban a si mismo los sumerios.

Esto y poco más es lo que sabemos de ese monarca Pero, por otra parte, la Historia del Arte conserva su recuerdo gracias a la pieza de orfebrería de la que nos ocupamos aquí, la famosa "máscara de Sargón", aunque no exista ninguna certeza de que verdaderamente retrata a este personaje. Es más, un número cada vez mayor de historiadores considera, también sin pruebas contundentes, que puede representar a su nieto, Naram-Sim, continuador y último gran rey del imperio creado por su abuelo.

Sea como fuere aquí tenemos esta hermosa pieza metálica, fundida en bronce a tamaño natural (36 cm. de altura). Fue hallada en una escombrera del templo de Isthar en Nínive, donde fue a parar después de ser mutilada de forma intencionada, lo que explica la ausencia de las incrustaciones que poseía y de las orejas. Ha sido fechada, también sin datos definitivos, en torno al año 2250 a.C. Fijaos en la capacidad del broncista (que probablemente pertenecía a un taller real) para reflejar los rasgos del retratado: la nariz aguileña, los labios carnosos o el detalle de la barba. Vista de perfil nos atraerán el tocado que ciñe la cabeza y el moño en el que se anuda el cabello. Pero no se trata tanto de un retrato realista sino de una composición que quiere idealizar la fisonomía del personaje como monarca poderoso.

En definitiva, una joya de la toréutica acadia con más de cuatro mil años a sus espaldas. Pero, desgraciadamente, se trata de una joya perdida: desapareció del Museo de Bagdad, que la custodiaba, durante el gigantesco saqueó que sufrió aquella institución en el año 2003. Las guerras tienen esos problemas, incluso cuando las desencadenan de manera injusta quienes se consideran amos del mundo. Es completamente paradójico: la estatua de un rey guerrero, en cuya leyenda se afirma que "poderosas montañas con hachas de bronce yo conquisté", perdida en una guerra del siglo XXI. Y para colmo, el único paralelo que podíamos encontrar con esta magna obra, el casco del rey Meskalamdug, de la III Dinastía de Ur, se perdió también en el mismo expolio. Pobre Iraq.
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Casco del rey Meskalamdug (hacia 2420 a.C.). Desaparecido.
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Descargaos en PDF este interesante artículo sobre "la leyenda acádica de Sargón". Más información sobre este monarca en este weblog argentino.

28 diciembre 2008

LA ESTELA DE NARAM-SIN

CUANDO LOS REYES SE HICIERON DIOSES

Hacia mediados del siglo XXIV a.C. un pueblo de origen semita logró dominar todo el territorio de Mesopotamia, creando un imperio que acabaría alcanzando el mar Mediterráneo por la zona del actual Líbano. Se trataba de los acadios, que iniciaron su expansión durante el reinado de Sargón el Grande. Con uno de sus nietos, Naram-Sin (2254-2218 a.c.), este imperio alcanzó su máxima extensión territorial, aunque para ello este rey dedicase la mayor parte de sus 36 años de reinado a luchar contra sus enemigos y a aplastar las numerosas sublevaciones que se sucedieron contra él.

El imperio acadio durante los reinados de Sargón y Naram-Sin.
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De esta actividad guerrera del monarca nos ha quedado una interesante demostración en la estela que lleva su nombre, llamada también estela de la victoria, un bloque de piedra arenisca de unos dos metros de altura, tallado en suave bajorrelieve y que presenta una importante novedad respecto a las estelas mesopotámicas habituales hasta ese momento. Se trata de que la obra no está dividida en varios registros, sino que nos muestra una única escena, descrita brevemente en el texto grabado en su parte superior, según el cual se conmemora con esta obra la victoria de Naram-Sin sobre un pueblo habitante de los montes Zagros, los lullabi.

Estela de Naram-Sin. (Mediados siglo XIII a.C.). París.

Hacia uno de esos montes asciende Naram-Sin, en medio de una paisaje en el que es visible algún árbol. Le acompañan varios soldados de su ejército, armados y protegidos por cascos, al tiempo que dos de ellos portan las insignias reales. Todos dirigen sus miradas hacia arriba, porque en un plano superior y a mayor tamaño figura el monarca, a cuyo paso se desatan el dolor y la muerte. Uno de sus enemigos cae de la montaña, despeñado, mientras el rey pisotea a otro y ha dejado herido de muerte a un tercero, atravesado de un lanzazo, y más a su derecha un último montañés aterrorizado, quizás el jefe, implora clemencia.

Reparemos ahora en la figura del monarca. Viste un corto faldellín y porta numeroso armamento: una lanza en su mano derecha, un arco compuesto y un hacha a la cintura. Sin embargo, lo más llamativo de su indumentaria consiste en el casco de cuernos que cubre su cabeza, un elemento normalmente reservado a las representaciones de las divinidades. Pero es que además el texto de la estela indica claramente la consideración divina del rey. Así pues, esta obra escultórica viene a decirnos que los hechos de Naram-Sin lo han elevado a la categoría de dios. Y tanto es así que la ascensión del monarca por la montaña no sólo es la muestra de su victoria militar, sino la demostración de su elevación al plano divino, a la misma categoría de los otros dioses que figuran en la estela, representados mediante símbolos astrales.
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Algunos han querido ver en esas dos estrellas que figuran en lo alto de la estela un ejemplo de un fenómeno astronómico inusitado, como si el recorrido del sol por el horizonte fuese acompañado del de un cometa. Pero no hay que pensar en una cosa así. Más bien Naram-Sin, que se tituló a si mismo rey de las cuatro partes del mundo, quería dejar bien claro que había alcanzado la categoría divina, con el beneplácito de los propios dioses. No era poca cosa, desde luego.
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En esta página de Historia Antigua disponéis de una excelente síntesis histórica sobre el Imperio acadio. Sobre la estela de la victoria, hay que leer la información detallada que nos ofrece (en francés e inglés) la web del Museo de Louvre, donde se encuentra. En español, hay una buena descripción en esta página.

03 septiembre 2008

EL CÓDIGO DE HAMMURABI

OJO POR OJO, DIENTE POR DIENTE

¿Cuántas veces leímos de niños esa frase que titula el artículo? Si haces algo malo, serás castigado con un daño semejante. ¿Y cuántas veces oímos hablar del Código de Hammurabi? ¿A quién no le suena aquella terrorífica frase?: "Si un hombre libre vació el ojo de un hijo de hombre libre, se vaciará su ojo". O esa otra que decía ."Si un hijo golpeó al padre, se le cortarán las manos". Mientras nos imaginábamos la cuenca vacía del ojo, aprendíamos a respetar a nuestros padres, no fuera a ser que acabásemos sin manos.

Todo eso y muchas más normas, hasta un total de 282, están recogidas en esta estela de negro basalto de más de dos metros de altura que es universalmente conocida bajo el nombre de ·Código de Hammurabi" . Quizás ya se nos haya olvidado que este hombre (conquistador y guerrero, organizador de sus territorios y persona interesada por las obras públicas) , fue rey de Babilonia durante más de cuarenta años, allá por la primera mitad del siglo XVIII a.C., aproximadamente. Tal vez no recordemos que sus leyes fueron escritas en lengua acadia cuneiforme, Pero seguro que esta Ley del Talión (según la expresión de la Biblia), del ojo por el ojo y del diente por el diente no se nos habrá ido de la memoria.

Sin embargo, el Código de Hammurabi es también una obra de arte. Fijémonos para ello en el relieve de la parte superior. A nuestra derecha aparece entronizada una importante divinidad de Babilonia, Shamash, que simboliza al sol y a la justicia. Este dios alado, tocado con alto gorro y barba postiza y en clara actitud mayestática, tiene ante sí, de pie y en actitud reverente, al propio rey Hammurabi. Hay por tanto aquí una clara referencia a que es el mismo dios quien da la legislación al monarca a fin de que éste la haga cumplir. Y para que el origen divino de la ley quede más claro si cabe, Shamash entrega a Hammurabi dos objetos. Uno de ellos es un cetro, claro símbolo del poder. El otro es un aro o anillo, que viene a representar la sabiduría, en este caso concretada en la justicia, a la que la legislación hace referencia.

Por otra parte, la propia colocación de los personajes nos muestra otro dato de interés artístico. Fijaos en el trono del dios: hay un claro intento de dar a la escena una cierta profundidad, Se busca, del alguna manera, la perspectiva. De forma que en estos 65 cm. de representación tenemos no sólo una muestra de las prácticas político-administrativas de la antigua Babilonia, sino también una obra de arte de primera importancia.

Paradojas de la historia: probablemente la estela fue colocada en la ciudad de Sippar, de donde procedía el culto a Shamash y allí estuvo unos cientos de años, hasta que otro rey guerrero la llevó hasta su ciudad, Susa (Irán), como botín de guerra. Estela viajera ésta, porque ahora hay que ir a París a ver el original. En todo caso, aquellas leyes supusieron un claro avance en la historia de la humanidad, al ordenar las relaciones sociales. Pero si lo fueron, ¿qué barbaridades habría antes? No quiero ni pensarlo.

Los interesados en profundizar en el contenido del código tenéis en esta página la transcripción íntegra (en español) de su articulado. Más información en esta Wiki y en la web del Louvre, donde se conserva la estela. Como curiosidad, este blog se come el coco muy a fondo sobre el nombre "Hammurabi".

16 julio 2008

GUDEA, ENSI DE LAGASH

ESTATUAS, ESTATUAS.

Este hombrecillo, que quizás os parezca cabezón y algo rechoncho, ha logrado que su rostro sea uno de los más conocidos por los estudiantes de todo el mundo. Ello se debe a la enorme frecuencia con la que alguna de sus estatuas aparece representada en libros de texto de todos los niveles educativos, como ejemplo característico del arte mesopotámico. Nos referimos a Gudea, ensi o patesi (algo así como rey-sacerdote o gobernador) de la ciudad de Lagash, un cargo que ostentó durante unos veinte años (2144 a.C.-2.124 a.C.) en el periodo que suele denominarse como neosumerio.

Arriba: estatuas sedentes de Gudea (París y Nueva York). Debajo: cabeza de Gudea (París).

Un hombre además de vida curiosa, porque probablemente no había nacido en esa ciudad en la que contrajo matrimonio con una princesa local, de tal modo que logró acabar sucediendo en el gobierno a su propio suegro. Además, en una época en la que parecía que la principal dedicación de los monarcas era la guerra, Gudea mostró mucho más interés por las cuestiones culturales y religiosas. Se conoce de él su afición a la literatura y al arte, así como su devoción hacia los dioses, reflejada en la construcción o la restauración de templos.

Pero como casi todos los gobernantes, Gudea debía ser algo ególatra: hasta veintiséis estatuas se conocen de este personaje, la mayor parte de las cuales nos lo representan como rey-sacerdote, en actitud devota, muy próxima a la oración, ya sea de pie o sentado. El ensi suele aparecer tocado con un gorro a modo de casquete y con las manos cruzadas ante el pecho. Obviamente, y encontrándonos aún a fines del tercer milenio antes de Cristo, las obras muestran trazos geométricos, una marcada frontalidad y tendencia a la simetría. En muchas de ellas las inscripciones cuneiformes que las recubren nos señalan precisamente la pìadosa devoción del monarca. El material empleado suele ser la diorita, aunque algunas son de esteatita o de alabastro.

En fin, cuando vemos estas estatuas y leemos sus inscripciones parece que Gudea quiso dejar claro a sus coetáneos que se había dedicado como gobernante a levantar templos, a entregar presentes a los dioses, a construir canales de irrigación, a mejorar la economía local e, incluso a conquistar algunos territorios próximos a Lagash. Pero es evidente que Gudea quiso también que su imagen perviviese a través del tiempo y una escuela de escultores de palacio se dedicó a ello con ahinco. Efectivamente, en las estatuas vemos un rey-sacerdote. Pero se llamaba Gudea. Más de cuatro mil años después de que fuesen esculpidas aún no nos hemos olvidado de él. Aunque no sepamos lo que hizo.

Gudea con vaso manante (París).

Sobre la vida del rey, podéis leer este texto. Por su parte, esta ficha describe una de las esculturas de Gudea. Si el personaje os interesa, aquí tenéis, en inglés, todos los textos de su época que lo mencionan, recogidos en el Corpus electrónico de literatura sumeria. Por último, descargaros en PDF esta información sobre "el pie de Gudea" y los primeros patrones de medida.

21 junio 2008

EL "ESTANDARTE REAL" DE UR

SOBRE LA PAZ Y LA GUERRA

He aquí una de las piezas mas atractivas de toda la arqueología mesopotámica. La denominamos como "Estandarte real de Ur", aunque no conocemos a ciencia cierta cuál fue su uso. Fue hallado en una de las tumbas del llamado "cementerio real de Ur", en una esquina de la cámara funeraria y muy cerca del hombro de un cadáver de sexo masculino. De reducidas dimensiones (21,5 de alto x 49,5 de ancho) es de forma trapezoidal y está realizado en madera que estaba originariamente cubierta por una capa de betún, Sobre ésta se habían realizado incrustaciones a base de piedra caliza de color rojo, conchas y lapislázuli. El objeto estaba prácticamente destrozado por el empuje del terreno, de manera que la reconstrucción actual es, hasta cierto punto, una conjetura.

El excavador del yacimiento le asignó una cronología de hacia 2600-2400 años a.C. y, dadas las dimensiones, consideró que podría tratarse de una pieza que se colocaría a modo de estandarte sobre un poste o mástil, empleándose en ceremonias y procesiones. Sin embargo, hoy se estima más acertada la hìpótesis de que puediera tratarse de la caja de resonancia de un instrumento musical, tal vez un arpa.

"Panel de la paz. Estandarte de Ur" (2600-2400 a.C.). Londres.

El estandarte parece representar escenas de la vida pública de un monarca sumerio. Las dos caras principales de la pieza se denominan respectivamente de la paz y de la guerra, por las escenas mostradas en ellas, en ambos casos divididas en tres registros horizontales. En el panel de la paz se muestra una procesión de ofrendas en la que animales y productos agrícolas (cargados por sirvientes) son llevados a un banquete, cuya escena se recoge en el registro superior. Los personajes que asisten a la comida (uno de ellos, cuyo mayor tamaño lo identifica, es el propio rey) están sentados, mientras son atendidos por otros sirvientes. Un arpista ameniza la reunión.

Por el contrario, el denominado panel de la guerra nos muestra una escena militar. Podemos apreciar carros de combate tirados por cuatro asnos, soldados de infantería cubiertos con capas y armados con lanzas, así como varios prisioneros. Algunos de éstos están siendo ejecutados con hachas, mientras otros son pisoteados por los carros. En el centro del registro superior, el rey, portando una lanza, preside la cruenta escena.

"Panel de la guerra. Estandarte de Ur (2600-2400 a.C.). Londres. Abajo: detalle.

Así pues, gracias a un objeto hallado en una tumba de hace unos 4500 años podemos deducir que la llegada de la civilización a las primeras sociedades urbanas había supuesto la expansión de las actividades productoras como la agricultura y la ganadería. pero también implicó la generalización del uso de la violencia como forma de resolver los conflictos humanos y la profesionalización de la guerra. Todo ello, sin que nos olvidemos de la consolidación de las diferencias sociales y el hecho de que unos vivan a costa del trabajo o el sufrimiento de los otros. Hasta hoy mismo.
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Más información sobre el estandarte, en la página del Museo Británico, donde se custodia. Sobre la necrópolis en que fue hallado, leed esta amena página española. Finalmente, sobre el empleo del carro como arma de guerra, aquí hay una completa información.
 

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