09 noviembre 2014

LOS MUROS DEL ARTE: DE ALTAMIRA A BANKSY PASANDO POR BERLÍN

En el 25 aniversario de la caída del Muro de Berlín realizamos un recorrido alrededor del Mundo por algunas de las principales paredes que han servido de soporte al Arte. De la prehistoria a nuestros días visitamos quince lugares que han dejado huella en la historia de la pintura mural.


Cuevas de Altamira (España)

A pocos kilómetros del núcleo urbano de Santillana del Mar (Cantabria) se encuentran las cuevas de Altamira, que encierran una magnífica colección de pinturas y grabados rupestres prehistóricos. En sus techos y paredes aparecen representados animales y figuras antropomorfas así como dibujos abstractos. Realizadas en tonos ocres, negros y rojos, las pinturas están trazadas con el realismo habitual del arte paleolítico de la zona franco-cantábrica. La extraordinaria belleza del conjunto, hoy Patrimonio de la Humanidad, ha llevado a la cueva a ser calificada como la Capilla Sixtina del arte prehistórico. Una denominación que no se le queda corta a uno de los mejores ejemplos pintura rupestre del mundo.


Palacio de Cnosos (Grecia)

En Creta, la isla más grande de Grecia, se localizan los restos del Palacio de Cnosos.  Erigido en torno al 2000 a.C. y reconstruido hacia 1700 a.C. el palacio es el símbolo más representativo de la cultura minoica, una civilización que se desarrolló cientos de años antes de que Homero narrara en la Ilíada el final de la Guerra de Troya. En el palacio se conservan diversos murales que son, tanto por su antigüedad como por su calidad artística, unos de los más impresionantes de la Grecia antigua. En una de las estancias del conjunto se halla el Fresco de la Taurocatapsia, que representa los juegos de carácter socioreligioso que realizaban los jóvenes cretenses con toros, animales con connotaciones sagradas. También destacan los frescos de los delfines, unas coloridas pinturas que reflejan el efecto del movimiento de estos animales en el mar. 




Pompeya (Italia)

El 24 de agosto del 79 d.C las cenizas del Vesubio sepultaron la ciudad de Pompeya y provocaron la muerte de parte de la población. La erupción del volcán detuvo el tiempo en este rincón del Imperio romano, entonces gobernado por Tito. Pompeya y la vecina Herculano quedaron ocultas, pero en el siglo XVIII fueron redescubiertas. Desde entonces los trabajos arqueológicos han sido constantes y han ido revelando cómo era la vida en las urbes romanas en el siglo I. En las paredes se han conservado muchos de los murales que decoraban viviendas y edificios públicos. Las pinturas pompeyanas son de estilos diversos y representan múltiples motivos, que van de lo mitológico a lo erótico. Llaman la atención, por sus temas y por su colorido, los frescos de La Villa de los Misterios. 


Cuevas de Mogao (China)

En el noroeste de China, no muy lejos de la antigua ciudad de Dunhuang las Cuevas de Mogao acogen cerca de 500 templos budistas construidos entre el siglo IV y el XIV. Estos santuarios subterráneos están profusamente decorados con pinturas murales que ocupan más de 4500 metros cuadrados y conforman, junto miles de estatuas, uno de los conjuntos artísticos budistas más impresionantes. Los dibujos, realizados en tintas negras y rojas, se han deteriorado notablemente con el paso de los años, pero en la actualidad se realizan en las cuevas trabajos de conservación.



San Vital de Rávena (Italia)

La iglesia de San Vital de Rávena terminó de construirse en el año 547 durante el gobierno del emperador Justiniano, que había llevado las fronteras del Imperio bizantino hacia la Península Itálica. Sus muros recogen una colección de exquisitos mosaicos magníficamente conservados. Destacan los dos paños que representan a Justiniano y a su mujer Teodora, acompañados de sus séquitos, realizando una ofrenda en el propio templo. Curiosamente ninguno de los dos visitó la ciudad de Rávena.



Qusair Amra (Jordania)

Durante el califato de Walid I (705-715), de la dinastía de los Omeyas, se levantó en el desierto oriental de Jordania un pequeño castillo que sirvió como residencia estival  de la familia real. Sus muros se adornaron con frescos que muestran escenas de bailes, animales, imágenes de reyes extranjeros o personificaciones de la Poesía o la Historia. Además hay inscripciones en árabe y en griego que nos muestran la vinculación que todavía se mantenía entre la Antigüedad y el mundo islámico. El arte helenístico se deja ver por última vez en las magníficas pinturas de este modesto edifico Omeya.  El castillo de Qusair Amra es una pequeña joya perdida en la inmensidad del desierto jordano.


Bonampak (México)

A mediados del siglo XX los indígenas lacandones informaron a dos investigadores sobre la existencia de una antigua ciudad maya escondida en la frondosidad de la selva que habitaban.  Se trataba de Bonampak, un conjunto urbano erigido entre el 580 y el 800 cuyo nombre proviene de un vocablo maya que significa "muros pintados". El nombre no es casual pues el templo de la ciudad alberga en su interior una gran colección de murales que han convertido al yacimiento en uno de los más importantes Mesoamérica. Las pinturas parietales, datadas en 3l 790, parece que fueron realizadas por un maestro que contó con la ayuda de otros dos artistas. Los murales representan rituales, ceremonias y escenas de guerras en las que se intuye un posible sacrificio de prisioneros. Los murales de Bonampak son una excelente forma de conocer el estilo de vida de la corte maya.


San Clemente de Tahull (España)

En la iglesia románica de San Clemente de Tahull (1123), situada en el Valle del Bohí, en la provincia de Lérida, diversos artistas anónimos trabajaron para vestir sus muros con pinturas de carácter religioso. Destaca el Pantocrátor del ábside central. Este Cristo en Majestad bendice al espectador con una de sus manos mientras que con la otra sostiene un libro en el que se lee “Ego Sum Lux Mundi” (Yo soy la luz del Mundo). La imagen está flanqueada por cuatro ángeles que portan los símbolos de los evangelios y en una franja inferior aparecen varios santos y la Virgen. La obra representa de manera gráfica un pasaje del Apocalipsis de San Juan. Las pinturas originales fueron trasladas al Museo Nacional de Arte de Cataluña y en la iglesia de Tahull se conserva una copia de éstas.



Basílica de la Santa Croce (Italia)

El genial artista italiano Giotto di Bondone (1267-1337), precursor del Renacimiento italiano, realizó en la basílica de la Santa Croce de Florencia un ciclo de pinturas murales con escenas de las vidas de San Juan Bautista, San Juan Evangelista y San Francisco de Asís. En ellas Giotto prestó especial atención a la perspectiva, el color, el volumen y el dramatismo. En la basílica, en la que también se pueden admirar trabajos de artistas como Cimabue, Donatello o Brunelleschi, el autor francés Stendhal sufrió vértigo y palpitaciones al presenciar tantas obras de arte en un mismo lugar. Desde entonces este fenómeno se conoce como Síndrome de Stendhal.


La Capilla Sixtina (El Vaticano)

Miguel Ángel realizó en la Capilla Sixtina uno de sus trabajos más extraordinarios. Durante dos etapas bien diferenciadas se encargó de la decoración pictórica de los techos y paredes de esta estancia vaticana. En un primer momento trabajó sobre la bóveda y las paredes laterales. En estos espacios representó escenas del Génesis y de la salvación del pueblo de Israel. Además añadió imágenes de sibilas, profetas entronizados y ancestros de Cristo e innumerables figuras de ángeles o geniecillos. Varias décadas después realizó la pintura de la pared del altar en la que representó el Juicio Final siguiendo un estilo manierista que diferencia este trabajo del que había realizado años antes en la misma sala.



Residencia de Wurzburgo (Alemania)

Esta residencia palaciega, situada en la región de Baviera, fue erigida como residencia para los obispos de la ciudad de Wurzburgo. En su construcción participaron grandes arquitectos y artistas entre los que destacaba el pintor italiano Tiepolo, una de las principales figuras del arte rococó. Tiepolo realizó entre 1752 y 1753 en la zona de acceso al palacio el que probablemente sea el mayor fresco del mundo. En él representó al obispo a través de los cuatro continentes hasta entonces conocidos.



Muralismo Mexicano (México)

Hacia 1920, tras el fin de la revolución mexicana, el nuevo gobierno encargó a artistas jóvenes la realización de murales en diversos edificios públicos del país. Con esta medida se iniciaba la corriente artística conocida como Muralismo Mexicano. Principalmente estas pinturas tenían como fin difundir la identidad nacional forjada tras la revolución. Los autores, entre los que destacan Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, tienen influencias de la pintura europea del momento pero utilizan materiales diferentes. Durante más de treinta años se desarrollaron estos trabajos de pintura mural que hoy constituyen un hito en la Historia del Arte de México.



Murales de Belfast y Derry (Irlanda del Norte)

A finales de la década de los sesenta del siglo XX se inició en Irlanda del Norte un largo y duro conflicto armado de carácter etnopolítco que hundía profundamente sus raíces en la Historia. Unionistas y republicanos se enfrentaron durante décadas con el objetivo de imponer un determinado status político en el territorio norirlandés. Las paredes de las dos grandes ciudades de la zona, Belfast y Derry, sirvieron de soporte para murales en los que ambos bandos plasmaban sus ideas y lanzaban sus consignas. En 2007, y tras años de negociaciones,  se puso fin a la lucha armada, pero los murales aún se conservan y son un reclamo turístico del que dan buena cuenta los taxistas, que realizan tours por ambas ciudades explicando qué significan esas pinturas de las paredes.




El Muro de Berlín (Alemania)

La noche del 9 de noviembre de 1989 caía el Muro de Berlín que había separado la capital alemana desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Los berlineses consiguieron demoler esa maldita frontera de hormigón y alambre que los había dividido durante años. Sin embargo algunos tramos aún se conservan. Uno de ellos, situado al Este de Berlín, sirvió de soporte a un buen número de artistas de muchos países que a partir 1990 transformaron esa zona de la ciudad en una galería de arte al aire libre, la East Side Gallery. En diferentes estilos los pintores realizaron murales en los que criticaban la división de Alemania durante el período de La Guerra Fría (1945-1989). Como ya se dijo en este blog una vez “Así es nuestra historia: hay quienes levantan muros para tratar de separarnos, quienes se atreven a derruirlos con la fuerza de las ideas y quienes los transforman en arte”.



Banksy (Reino Unido)

Banksy es uno de los mejores artistas callejeros del momento. Aunque su identidad real se desconoce, este gaffitero británico ha realizado trabajos alrededor de todo el planeta haciendo crítica mordaz al sistema capitalista. Banksy combina la pintura de aerosol con el uso de plantillas creando un estilo fácilmente identificable. Sus obras, aunque consideras por algunos como vandalismo, son un gran ejemplo de arte urbano. Muchas de sus pinturas se han vendido por miles de dólares y sus graffitis se respetan por orden municipal en varias ciudades. Y es que Banksy ha conseguido llevar el arte callejero a las galerías de arte. 






29 octubre 2014

LA ISLA MÍNIMA DE ATÍN AYA

Estos días se celebra en España la Fiesta del Cine con entradas a precios populares.  La Isla Mínima es una de las películas más demandadas por un público que queda maravillado por su exquisita fotografía que se inspira en los trabajos de Atín Aya. En Enseñ-arte nos adentramos en la obra de este fotógrafo sevillano que utilizó las Marismas del Guadalquivir como fondo sobre el que retratar realidades.

Las Marismas del Guadalquivir, como una especie de Venecia sin fin, de edificios invisibles y asfalto ausente, dibujan con sus canales un paisaje laberíntico, húmedo, de fango y juncos, casi asfixiante en el que la presencia humana se intuye presente pero no quiere dejarse ver. Un entorno donde la tierra y el mar se dan la mano para crear un paraje singular con unas posibilidades artísticas impresionantes. Buena cuenta de ello han dado el cineasta Alberto Rodríguez y su director de fotografía Alex Catalán en el magnífico thriller La Isla Mínima. Los planos cenitales con los que se abre la película o las escenas rodadas en interminables caminos flanqueados por un agua casi estancada convierten a las marismas en un personaje más del film. Así como Fargo de los hermanos Cohen no se entiende sin la nieve, la Isla Mínima perdería su genialidad si se alejara de estas tierras inundables. 

Pero antes que Rodríguez y Catalán, Atín Aya ya supo captar con su cámara el alma de este paisaje. Este fotógrafo nacido en Sevilla trabajó durante muchos años como reportero gráfico para diferentes publicaciones e instituciones. Combinó el fotoperiodismo con la fotografía artística en la que irremediablemte acabó metiéndose de lleno. 


A comienzos de la década de los noventa Atín Aya aterrizó en las Marismas del Guadalquivir dispuesto a escribir en negativos la condición humana de este territorio. Y lo consiguió. Con su cámara retrató una realidad carente de artificios, sin maquillajes, un mundo sin caras B. Una dosis de veracidad encerrada en una imagen. Las fachadas se derrumban con los disparos del fotógrafo. Los personajes, que parecen no querer contar demasiado, terminan relatando, casi a modo de confesión, sus historias vitales al objetivo Aya. En los fotogramas se escucha hablar de la dureza del trabajo bajo el sol en la marisma, de siembra y de siega, de deudas, de escuela, de amores... de vida. Una vida de una clase obrera de jornal, de huelga y de verbena de verano que sabe salir adelante sin acaparar miradas poderosas. Parece que Aya quiera rescatarlos de un olvido en el que están acostumbrados a moverse.

Y cuando se trata de fotografiar paisajes la descripción veraz sigue siendo la premisa. Las aguas -que se entienden verdes en el blanco y negro de la imagen- permanecen inmóviles, las hierbas crecen altas y el fango quiere manchar los zapatos del caminante. El lado desértico de una zona bien regada por río y mar también se deja ver por las fotografías. La humedad sofocante, aliada tanto con el calor como con el frío, dirige esta orquesta de la naturaleza que se viste en tonos pardos. Sin duda el paisaje tiene mucho que ver con la idiosincrasia de esta tierra. Y el fotógrafo lo sabe y quiere captarlo. 




Las imágenes de las marismas cautivan. Quizás lo hacen porque cada fotografía es una pieza de un estudio antropológico de una sociedad singular, muy cercana en distancia pero alejada en muchos otros planos. Aya nos propone un tour entre arrozales para conocer a la gente que habita el antiguo estuario del Guadalquivir. El paseo se antoja similar al visionado de un documental sobre otras culturas. Hay algo diferente en esa tierra y nos gusta que alguien nos lo muestre.


Alberto Rodríguez y Alex Catalán se quedaron atrapados en la obra de Aya y supieron adaptarla, con una visión particular, a la gran pantalla. Cada plano parece sacado de los carretes del fotógrafo sevillano. Un trabajo sublime por parte de esta dupla de cineastas. 



La faceta artística de Atín Aya no sólo se circunscribió a las marismas. También retrató su ciudad en dos grandes series fotográficas: “Imágenes de la Maestranza y “Sevillanos”. En “Paisanos” reflejó la realidad rural de Andalucía y con “Habaneros” puso su objetivo en Cuba.  Expuso su obra en Sevilla, Madrid, Barcelona y Nueva York y consiguió el Primer Premio  en el apartado de Cultura y Espectáculos de Fotopress. Falleció en 2007 dejándonos un impresionante legado que hoy podemos conocer a través de la página web que gestionan sus herederos. Para adentrarnos de lleno en su trabajo a orillas del Guadalquivir convine ver este video en la que se recopila su obra en las marismas. Y por supuesto, acudir al cine para disfrutar con La Isla Mínima es, para los amantes de la fotografía, tarea de obligado cumplimiento. 

10 octubre 2014

WILLIAM EGGLESTON: EL COLOR DE LA FOTOGRAFÍA.

Dar color a un arte en blanco y negro. Esa ha sido la gran labor de William Eggleston, fotógrafo americano que tuvo el valor y la audacia de romper con el dogma de la película monocromática y comenzar a disparar a todo color.

Eggleston nació en Estados Unidos un par de meses antes de que al otro lado del Atlántico el sonido de las bombas y el de los fusiles anunciara con ferocidad el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Creció en el sur del país, en Mississippi, donde las granjas y las pequeñas ciudades están iluminadas por un sol que aviva los colores. Pero su primera cámara, una Kodak Brownie Hawkeye que llegó a sus manos cuando tenía diez años, no conseguía captar la nitidez con la que él veía los paisajes que le rodeaban. Una desilusión. Eggleston y la fotografía no iniciaban su relación con buen pie.

Esta fotografía es considerada por el autor su mejor obra
Durante seis años realizó una travesía por tres universidades diferentes. En ninguna obtuvo un título, pero aprendió mucho de su andadura en los campus. Se acercó a la pintura del pujante expresionismo abstracto y la obra de Kandinsky y de Klee. Y allí también le dio una segunda oportunidad a la fotografía. Comenzó a experimentar con impresiones monocromáticas intentado captar en sus imágenes lo mismo que los pintores atrapan en sus cuadros. Pensaba -y acertaba- que con una cámara fotográfica se podía hacer arte. Quería ir más allá del fotoperiodismo, de la publicidad y de las sesiones con modelos. Quería hacer lo que Henri Cartier-Bresson había hecho con su Leica. El fotógrafo francés parecía ser un buen referente en esto de los negativos y los cuartos oscuros.

La saturación del color es esencial en la obra de Eggleston
Pero Eggleston necesitaba ir más allá. Necesita dar más vida a sus fotografías y parecía que el color tenía la clave. Obviando los convencionalismos se lanzó a retratar lo banal pero siempre con una originalidad marca de la casa. Supo darle alma a escenas de extrema cotidianidad. Supo ponerle voz a ambientes que parecían mudos. Supo recoger la historia oculta de las cosas y demostrar que de cosas triviales está hecha la vida. Y para ello no tuvo que salir del Sur. A fin de cuentas, lo mundano está en todas partes.

A partir de esta primera etapa su producción se volvió imparable. Durante cinco décadas ha sido un constante trabajador de la fotografía. Siempre armado con una cámara ha admitido tomar imágenes a diario.

Algunas fotografías recuerdan al Hiperrealismo de Richard Estes
Sus retratos de la realidad aparentemente vacía recuerdan a trabajos de otros artistas de su época. El Arte Pop o el Hiperrealismo comparten con Eggleston el interés por reflejar la sociedad americana contemporánea. Una sociedad de plástico, de neones y de coches… y de color, de mucho color. Un color que el fotógrafo intensifica de manera exagerada gracias a la técnica de la transferencia de tintes (Dye Transfer) con la que se obtiene una saturación cromática impresionante.

Parece que su fotografía carece de técnica y que sus enfoques no responden más que al apunta y dispara. Pero detrás de la falsa apariencia de casualidad se esconde un complejo trabajo que se revela al analizar con detenimiento sus imágenes.


El MoMA de Nueva York le abrió sus puertas en 1976 y con ello Eggleston alcanzó la fama. Sus magníficos trabajos llevaron a la fotografía a color al campo de las Bellas Artes. Romper moldes y superar tradiciones inamovibles con una maestría única le han hecho ser uno de los fotógrafos más destacados del siglo XX. Pero además William Eggleston ha sido, casi sin quererlo, un excelente cronista de la realidad americana de los últimos cincuenta años a través del retrato de lo ordinario. Y es que a veces, las cosas más triviales se vuelven fundamentales.

Si te interesa saber más sobre William Eggleston no dudes en leer este genial artículo firmado por un profesor de la Universidad Panamericana. También puedes visitar la página web oficial del autor.

30 septiembre 2014

HIS MASTER'S VOICE: EL PERRO QUE BUSCABA A SU DUEÑO EN EL GRAMÓFONO

Nipper, un pequeño perro perdiguero inglés escucha ensimismado la voz que sale con fuerza de un viejo fonógrafo. Parece que desde el otro lado de ese extraño aparato cilíndrico le habla su amo, que había fallecido tiempo atrás.  El animal no quiere apartarse del lugar de donde procede la voz de quien durante años lo cuidó con cariño desmedido.  La idea de que su dueño puede regresar lo hace mantenerse completamente estático mientras las palabras vuelan por el aire de la habitación.


Esta tierna historia, que corrobora la vieja idea de que el perro es el mejor amigo del hombre es real y tiene otro personaje más, el pintor inglés Francis Barraud, que con sus pinceles compuso la imagen de la mascota de su difunto hermano Mark escuchando las grabaciones de voz que éste había realizado con el fonógrafo.

Barraud consideró que la imagen de Nipper prácticamente introduciendo la cabeza en el fonógrafo en busca de su dueño podría ser un buen reclamo publicitario e intentó vender la obra a varias empresas. A finales de 1899  la Gramophone Company adquirió los derechos del cuadro con la condición de que cambiara el fonógrafo original por un gramófono como los fabricados por la empresa.

En América, la Victor Talking Machine Company adquirió los derechos de la obra y comenzó a utilizarla como imagen corporativa. Pronto, y gracias a una intensa campaña de marketing, la pintura de Nipper junto al gramófono fue popularizándose en todo el Mundo y pasó a ser conocida como His Master’s voice. Finalmente, los derechos de la obra fueron dividiéndose entre varias empresas musicales. Hoy, el nombre HMV (siglas de His Master’s Voice) es utilizado por una gran cadena de tiendas de música que opera en varios países.


Francis Barraud era hijo y sobrino de pintores con cierto renombre en Inglaterra y se había formado en buenas escuelas de arte británicas. Sin embargo, el cuadro de Nipper lo convirtió en uno de esos artistas que tan sólo son recordados por uno de sus trabajos. De hecho al final de su vida pasó a ser un esclavo de su célebre pintura y para ganar dinero tuvo que hacer decenas de reproducciones de Nipper escuchando la voz de su amo a través del gramófono. Para conocer algo más sobre su obra se puede visitar esta pequeña galería. 

25 septiembre 2014

LOS CARTELES DEL FESTIVAL DE CINE EUROPEO DE SEVILLA


Desde 2004 se celebra El Festival de Cine Europeo de Sevilla (SEFF) en el que se presentan y se difunden un gran número de trabajos cinematográficos realizados en el continente. El Festival, que apuesta por el cine de autor contemporáneo y apoya decididamente a los jóvenes talentos españoles y a las producciones andaluzas, goza de un éxito sobresaliente entre el público, que acude no sólo a las proyecciones sino también a las actividades que se organizan a propósito del evento.


Es habitual que a finales del mes de septiembre, dos meses antes de la celebración del Festival, se presente el cartel oficial con el que se anuncia la muestra. Desde 2008 la elaboración de ésta obra corre a cargo de artistas plásticos y directores de cine de cierto renombre. Este año el cartel lo firma el sevillano Curro González, representante de la escuela de artistas hispalenses que en la década de 1980 se dieron a conocer a través de la pintura figurativa y que formaron parte de un movimiento de renovación cultural que se vivió en la ciudad y que poco tuvo que envidiar a la movida madrileña. González es un artista con una amplia trayectoria y ha realizado trabajos que se exponen en destacados museos tanto nacionales como internacionales.

Para el cartel de SEFF el pintor ha utilizado un original enfoque aéreo para plasmar en acuarela el Casino de la Exposición de Sevilla (sede principal del Festival) y el colindante Parque de María Luisa, que cumple su centenario en 2014. No obstante, la escena está perturbada por la presencia del pie de un hombre en una de las esquinas del cuadro. Este extraño elemento, que nos transporta a un plano onírico, es un claro guiño al film Ocho y Medio, obra del maestro Fellini, máximo exponente del cine italiano de la segunda mitad del siglo XX.
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En 2013 el también sevillano Miki Leal fue el encargado de diseñar el póster de la décima edición del Festival. El autor utilizó un impactante fondo de rayas amarillas con sabor Pop y una tipografía clásica e inspiró su creación en los rótulos de las películas de adultos de las salas X que se imprimían en un taller tradicional de Sevilla en los años 80.

                          

El dibujante Miguel Brieva reinterpretó los tópicos sevillanos en el cartel que realizó para la edición de 2012 del Festival. Una gitana con rollos de películas a modo de peinetas que proyecta un film a través de sus ojos, un lémur encaramado a la Giralda –una versión sureña del King Kong neoyorkino- y una Sevilla anegada de la que emergen pequeños islotes componen el paisaje que Brieva imaginó para éste trabajo. El cartel de aquella edición fue, sin duda, una visión personal del autor de una ciudad llena de particularidades, de tópicos y de contradicciones que saben convivir en armonía.

                            

El director de cine Fernando Colomo se encontraba inmerso en la grabación “La Banda Picasso” cuando le encargaron realizar el cartel de la edición de 2011 del Festival de Cine Europeo de Sevilla. Por ello decidió rendir homenaje al pintor malagueño y realizó un trabajo en el que una figura humana de un solo trazo se sobrepone sobre un fondo de colores cálidos asociados, según el autor, a la luz de la capital andaluza.


En 2010 la elaboración del cartel corrió a cargo del director galés Peter Greenaway. Un cartel que él mismo describía como "una maleta sobre un pedestal cuya visión conjunta tiene forma de un crucifijo. Es como veo a España, un país aún marcado por la Iglesia Católica".

                             


La edición de 2009 contó con Carlos Saura como autor de su cartel. Este cineasta oscense auto declarado sevillano de adopción optó por tomar la imagen de una bailaora que danza entre tonos cálidos y que representan el rojo de Sevilla y el amarillo del sol. Como ya hiciera en su obra cinematográfica, Saura trató de unir en el cartel el celuloide con el flamenco.


Un año antes, en 2008, Bigas Luna inauguraba la tradición de encargar a artistas plásticos y cineastas el diseño del cartel del Festival de cine. Luna, que antes de ser director había trabajado como pintor, recurrió a un dibujo de trazos sencillos y gruesos que podía ser interpretado como un ojo, como dos caras o como una vagina. Bigas Luna reconoció que el proceso de creación había sido tremendamente complicado y lo comparó la siempre difícil elección de  posters para la promoción de sus películas.



Los carteles que anunciaron las ediciones del Festival de Cine Europeo de Sevilla entre 2004 y 2007 estuvieron marcados por un estilo que se aleja de los patrones de arte plástico que han caracterizado a los posters de las siete últimas ediciones.

                                    


Para conocer más sobre el Festival de Cine Europeo de Sevilla conviene visitar su renovada página web desde la que se puede acceder a los contenidos digitales de las últimas ediciones. Por otra parte, Miki Leal nos explica en este video el proceso de creación del cartel de 2013. Y para saber más sobre la generación de artistas figurativos sevillanos de los años 80 a la que perteneció Curro González podemos acceder a varios números de la revista Figura que este grupo publicó entre 1983 y 1986.

28 agosto 2014

PHILIP GUSTON: DE LO FIGURATIVO A LO ABSTRACTO Y VUELTA A EMPEZAR



París era, desde el comienzo de la contemporaneidad, el principal centro cultural a nivel mundial. Los grandes artistas europeos del Siglo XIX y de la primera mitad del XX habían tomado la ciudad como hogar y taller y la habían convertido en la cuna de las vanguardias de la época. De hecho, la urbe francesa dio nombre a una escuela de artistas a la que pertenecían genios como Picasso, Matisse  o Modigliani. Pero nada es eterno. El auge de los totalitarismos y la Segunda Guerra Mundial transformaron a Europa en un escenario en el que el arte quedaba relegado a un segundo plano. Con ello París se vio obligada a ceder el testigo de capital de la cultura a la pujante Nueva York.

Este cambio de centro de gravedad no se gestó solo. Quince artistas plásticos se dieron cita de manera casual en los años cuarenta y cincuenta del siglo XX en La Gran Manzana. Estos pintores, que nunca se reconocieron como un grupo y que siempre reivindicaron su individualismo, conformaron la “Escuela de Nueva York”, una denominación más de carácter social que de uniformidad estilística y que pone el acento en la importancia de la ciudad de los rascacielos como nuevo centro de creación de las nuevas tendencias y gran mercado de arte.

Mark Rothko, Jackson Pollock o De Kooning fueron algunos de los artistas de primera línea que conformaron esta magnífica generación de la que nació el expresionismo abstracto. Philip Guston fue otro de sus miembros. Nacido en Montreal en 1913 pronto abandonó Canadá y se trasladó a Los Ángeles con sus padres, un matrimonio judío de origen ucraniano que había dejado atrás Europa huyendo del antisemitismo. Con catorce años ingresó en Los Angeles Manual Arts High School donde estudió junto a su amigo Jackson Pollock.

                                                                           
Gladiadores. Philip Guston.1940 Óleo sobre lienzo que
refleja la  etapa de influencia del muralismo
mexicano en el artista.
En los años treinta Guston comenzó a realizar trabajos de manera profesional. Sus primeras obras fueron murales con claras influencias de los mexicanos Siqueiros y Rivera pero también con alusiones a los renacentistas Giotto, Masaccio y Piero de la Francesca. Muchos de estos murales fueron financiados por la WPA, la agencia creada en el marco del New Deal, la política intervencionista del presidente Roosevelt que tenía como objeto sacar a Estados Unidos de la Gran Depresión a través de la ejecución de obras públicas. Los dibujos y pinturas que Guston realizó en esa época están marcados por sus ideas políticas y sociales, por su visión de la maldad del hombre.


Guston creó magníficas obras de
expresionismo abstracto
.
En 1937 se trasladó a Nueva York, donde ya residía su amigo Jackson Pollock. Pero no fue hasta diez años más tarde cuando la pintura de Guston evolucionó hacia el expresionismo abstracto que ya venían desarrollando sus colegas neoyorkinos desde el comienzo de la década de 1940.  Con una gama de cromática limitada de tonos blancos, grises, rojos y negros y con unas composiciones en las que la que los trazos tienden a agruparse en el centro del lienzo, Guston creó un estilo propio que muchos asociaron a la obra de Monet y describieron como impresionismo abstracto.  Durante más de quince años el artista se mantuvo fiel a esta manera de pintar pero la abstracción terminó frustrándole y retornó, entre clamorosas críticas, a lo figurativo. Las obras de esta nueva etapa eran más divertidas que las anteriores, cercanas al dibujo animado y al cómic, pero encerraban la frustración furiosa que Guston llevaba consigo desde su infancia. Con tan sólo once años encontró a su padre ahorcado con una soga y poco después sufrió la muerte de su hermano.


Pintor en la cama. Philip Guston. 1973
En esta obra el pintor aparece con sus útiles de trabajo sobre el cuerpo
mientras yace en la cama. Así solía dormir Guston cuando
trabajó en su serie One-Shot-Painting.
El artista renegó del expresionismo abstracto que había encumbrado a su generación y fue tratado como un desertor, como un hereje que abandona el camino marcado por la doctrina. Guston pensaba que el arte abstracto era falso y que se alejaba de la realidad de un mundo de brutalidad e injusticias. Se centró entonces en la cotidianeidad de la vida. Pintó bombillas, relojes, botellas, zapatos, cubos de basura, cuerpos, cabezas… y hombres encapuchados. Una clara referencia al Ku Klux Klan y a la cerrazón del hombre. En esta época también realizó la serie One-Shot-Painting, un trabajo íntimo en el que Guston trataba de eliminar el tiempo entre el pensamiento y la ejecución de la obra pintando por las mañanas, nada más despertar, lo que por la noche había imaginado.

Pasaron varios años hasta que la obra tardía de Philip Guston no fue justamente valorada. Murió en 1980 en Woodstock cuando volvía ser reconocido tras su ostracismo cultural. El postmodernismo revitalizó su último legado y hoy en día sus trabajos, tanto figurativos como abstractos, se consideran importantes obras de la pintura contemporánea americana.

Colección de algunos de los trabajos de la última etapa de Guston.
Una buena opción para conocer más sobre la obra de Philip Guston es visitar uno de los mejores museos de arte contemporáneo de Europa, el Museo Louisiana (o al menos su página web) donde se celebra una exposición de sus últimos trabajos. Además, grandes museos como el MoMA o la Tate Gallery muestran en sus sitios web las obras de Guston que forman parte de sus colecciones.



18 junio 2014

ROMANOS EN EXTREMADURA: EL ARCO DE CÁPARRA

La Vía de la plata a su paso por Cáparra
En la Hispania romana los distintos núcleos poblacionales estaban conectados por calzadas de diversa índole e importancia. Muchas de estas vías de comunicación que vertebraban la Península Ibérica eran verdaderas autopistas en el Mundo Antiguo. Hacia el oeste, la conocida como Vía de la Plata -cuyo nombre nada tiene que ver con el comercio argénteo- unía el norte con el sur, Astorga con Mérida, trazando un recorrido jalonado por poblaciones de cierta entidad. 

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Vista aérea del yacimiento de Cáparra
Hoy en día, alguna de esas ciudades o pueblos romanos, como Salmantica (Salamanca) son localidades destacadas en nuestra geografía.  Sin embargo, el devenir histórico tenía reservado un destino mucho más tímido a ciertos lugares que en la actualidad no son más que yacimientos rescatados del abandono al que un día fueron condenados. Es el caso de Cáparra -a pocos kilómetros de Plasencia-,  una ciudad romana situada en la provincia de la Lusitania con un posible pasado prerromano que adquirió el estatus de municipio de derecho latino durante el mandato de la dinastía Flavia (69-96 dC).

Pero antes de caer en el olvido en torno al siglo IX, Cáparra fue una ciudad que gozó de buena salud en gran parte debido a su condición de paso obligado. Su origen etimológico, que parece hacer referencia a un lugar de intercambio, nos da pistas de la importancia del municipio en transacciones comerciales en el contexto de la Vía de la Plata. Pero desde luego, lo que nos deja claro que Cáparra fue una ciudad notoria en tiempos romanos son sus espléndidas ruinas que ya empezaron a despertar el interés de eruditos locales y estudiosos nacionales hacia el siglo XVII.

Tetrapylum. Se observan en primer plano los
pedestales para esculturas.
De entre todos los restos localizados hasta el momento en la ciudad destaca por su magnificencia y singularidad el tetrapylum, un arco de cuatro caras situado probablemente en la unión del cardo y el decumano, las dos calles principales de la urbe romana. Los pilares de este monumento sustentan cuatro arcos de medio punto enfrentados dos a dos formando una bóveda de arista en su intersección. Los arcos están decorados por una moldura en el trasdós. Por su parte, los pilares se asientan sobre unos basamentos rematados por una cornisa. En las puertas norte y sur del tetrapylum, las que coincidirían con el decumano,  se encuentran pedestales de esculturas, hoy desaparecidas, que muy posiblemente debido al tamaño de estos podios fueran de carácter ecuestre. Toda esta sección de la construcción está formada por sillares bien tallados que encajan a la perfección entre sí.

La parte superior del arco, con la que se estima que alcanzaría trece metros de altura, cinco más que en la actualidad, ha desaparecido. Tan sólo se conserva un núcleo de opus caementicium que hoy en día corona en el monumento. Los arqueólogos suponen que ese tramo del edificio estuvo compuesto por  un arquitrabe, un friso con cornisa y quizás un ático. 

Gracias a las inscripciones epigráficas que se conservan en el arco sabemos que quien mandó erigir el monumento, Fidius Macer, cumplía los deseos testamentarios de sus progenitores, Marcus Fidius Macer, un destacado ciudano del municipio, y Bolosea. La inscripción rezaba lo siguiente:

BOLOSEA(E) FIDI(O)
PELLI F. MA(CRI. F)
M. FIDIVS MACE(R EX)
TESTAMENTO F (C)

"Marco Fidio Macer, erigió este monumento, según testamento, en honor de Bolosea, hija de Pellio y de Fidio, hijo de Macer"

Miliario hallado en Cáparra

Otros elementos arquitectónicos que nos ayudan a revelar la importancia pretérita de Cáparra son sus termas públicas, un edificio de planta cuadrada compuesto por varias dependencias. Asimismo, en el centro de la  ciudad, que estaba totalmente amurallada, se encuentra el foro al que se accedía a través de tres puertas y donde se encontraba la basílica, la curia y tres templos. También es posible que el municipio contara con un anfiteatro y un acueducto. Además en una campaña arqueológica se halló un miliario de época de Nerón que indica la distancia desde el lugar hasta Emérita Augusta. 

Cáparra comenzó a perder importancia a fines del Imperio romano, pero el tránsito de la Antigüedad a la Edad Media y los cambios poblacionales que se produjeron en este contexto asestaron el golpe definitivo a esta ciudad y  con él se inició la larga agonía que finalizaría antes de la llegada de los musulmanes a ese área de la Península. No obstante, posiblemente, el abandono del otrora destacado municipio romano ha permitido la conservación de su monumento más destacado, el arco cuadrifronte, único de esta tipología en España.

Las ruinas de Cáparra bien merecen una visita.  Cerca del yacimiento hay un centro de interpretación. En esta web encontraréis muy buenas fotos sobre de los restos arqueológicos y en este video podéis haceros una idea de cómo era el arco en época romana.

  
 

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