Con la creciente proliferación en nuestro país de centros de arte contemporáneo y lo precios en los que éste se desenvuelve pocas veces acudo a una de estas instituciones convencido de que lo que voy a ver merecerá verdaderamente la pena. Pero por desgracia, sólo los museos de primera fila pueden contar con fondos permanentes de interés e ir, al mismo tiempo, completándolos y ampliando su colección. En cambio, los de segundo y tercer nivel han de conformarse casi siempre con presentar exposiciones temporales, a veces echando mano de lo que haya por ahí. Pero es sabido que el concepto de arte contemporáneo es muy sufrido y que caben en él desde verdaderas obras de arte hasta insignes muestras del nivel al que puede llegar la estupidez humana. Pocos son los centros artísticos de este tipo que escapan a esta situación y dejo aquí constancia de uno de ellos, el Centro de Arte Contemporaneo de Málaga, que pese a su escaso presupuesto (como me confirmaba hace poco su director) ha logrado articular una programación artística coherente, novedosa y, al mismo tiempo, interesante.
Superior: Ugo Rondinone: "La noche de plomo" (olivos). Inferior: Acceso al MUSAC. León.
Con estas ideas visité hace unos días el MUSAC de León, atraido más por la singularidad del propio edificio que por lo que en él pudiera exponerse. Recordemos que este museo, concebido por el estudio de Luis M. Mansilla y Emilio Tuñón, obtuvo en 2007 el premio de arquitectura contemporánea de la Unión Europea "Mies van der Rohe". Por aquellas fechas escribí aquí un pequeño texto sobre el edificio, cuyo diseño puedo decir ahora, de primera mano, que no decepcionará al visitante interesado por la arquitectura contemporánea.
Afirman los responsables del MUSAC en su página Web que "posiblemente no es viable hacer un museo del presente" y, sin embargo, esa es la aspiración manifiesta de este centro cultural que se autodefine como "museo del siglo XXI". ¡Curiosa e interesante contradicción! Pero, ¿logra el museo resolverla? A mi juicio, sólo a medias, porque algunas de las exposiciones que mostraba en días pasados resultan de escaso nivel (como ocurre con la muy irregular y excesiva de "la pintura y la furia", de Jorge Galindo, quien de una sola tacada ha logrado colgar un ingente número de obras en un mismo museo), de ningún nivel (como ocurre con la, digamos, instalación del colectivo danés A Kassen) o, simplemente, no tienen nada que ver con el arte (caso de "las nuevas rutas de la seda" del surcoreano Kyong Park).
Sin embargo, el museo alojaba también una muy interesante exposición de Ugo Rondinone, un artista suizo (1964) afincado en Nueva York, donde pude ver alguna obra suya hace poco tiempo. En esta ocasión, y bajo el título de "la noche de plomo" las obras de este artista ocupaban cuatro salas del museo. Tres de ellas atrajeron especialmente mi interés. En la primera encontré seis espectaculares esculturas: unos olivos blancos, junto a la única intromisión de una bombilla de gigantesco tamaño. Una curiosa reflexión sobre el paisaje mediterráneo y una clara llamada de atención sobre un árbol lleno de ancestrales connotaciones en nuestra cultura.
Ugo Rondinone: "La noche de plomo". (Izquierda: olivos. Inferior derecha: el firmamento en cuadros).
Ugo Rondinone: "La noche de plomo". (Izquierda: olivos. Inferior derecha: el firmamento en cuadros).
Más allá, otra sala mostraba cuadros de gran formato, puros abstractos de fondo negro que el pintor había completado con manchas blancas dispersas realizadas con aerosol, a modo de estrellas en el firmamento nocturno, que parecían envolver la escultura de un payaso tirado en el suelo. Por último, una tercera sala presentaba cinco grandes esculturas realizadas en hormigón con incrustaciones de cantos rodados, cuyas sinuosas formas evocan las producidas por los agentes erosivos naturales y especialmente esos conglomerados de roca que muchas veces encontramos a la orilla del mar.
Así pues, las propias raíces de nuestra civilización (simbolizadas en el olivo), la pequeñez del individuo ante el cosmos (con ese payaso abrumado ante el cielo nocturno) y las propias fuerzas de la naturaleza (con esas esculturas a modo de gigantescas rocas naturales) son los elementos esenciales de esta propuesta artística de Ugo Rondinone, cuyo trabajo me ha hecho reconciliarme con los centros artísticos que, como éste del MUSAC, pretenden musealizar el presente, aunque sea, como en este caso, recurriendo a temas ancestrales. En todo caso, y a fin de cuentas, las preocupaciones del arte son siempre las mismas, desde la época de la pintura rupestre, y sólo cambian los formatos. No podría ser de otra manera.
Ugo Rondinone: "la noche de plomo" (Scholar rocks).
Sobre la obra de Ugo Rondinone tenéis amplia información en la Web del MUSAC. Ved otras obras suyas en este enlace. Por mi parte agradezco a quienes me acompañaron su paciencia conmigo en el Museo.
3 comentarios:
Totalmente de acuerdo menos en la observación final. ¿Quién tiene que agradecer, el maestro que enseña o los discípulos que no paran de aprender contigo? Gracias por todo lo que compartimos en el viaje. Espero ansioso más información de otros monumentos de los que disfrutamos.
No hay maestros ni discípulos entre quienes viajan juntos y tienen los mismos intereses y comparten amistad, aunque algunos tengan esa paciencia de la que hablo. Un abrazo, JDC
Buenisimo el post, muy interesante este artista Rondinone
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