Viajar tiene estas cosas. Estas sorpresas. Decides un día apartarte de las autopistas habituales y adentrarte por las pequeñas carreteras locales. Tu destino es ninguno en especial. Sólo buscas estar solo, seguir huyendo de las prisas, moverte por donde se mueva poca gente. pero, de pronto, llega lo inesperado. Algo que surge sin aviso y que resulta del máximo interés.
Me ha pasado muchas veces, me sucedió el otro día, viajando por la provincia de Guipúzcoa, en el municipio de Ezquio-Itsaso. Surgió de repente a la salida de una curva. Igartubeiti: un caserío del siglo XVI, rehabilitado y con un centro de interpretación (éste, de dudoso gusto estético, por la tremenda agresión al paisaje). Con un guía cordial que hizo más agradable, si cabe, el recorrido. Cuento aquí lo que me contó, lo que pude ver y lo que he leído después.
Se trata de un edificio a dos aguas de amplias dimensiones, construido casi íntegramente en madera, con la excepción de algunos muros perimetrales de mampostería. Fue levantado en una fecha imprecisa a mediados del siglo XVI y experimentó una profunda ampliación en las primeras décadas del XVII. Dispuesto en dos plantas, posee un enorme lagar de sidra en la superior, del que asombran las dimensiones de la prensa de madera y del tornillo vertical que lo hacían funcionar.
Toda la estructura de la vivienda es aditenlada, empleándose para la sijeción de las cubiertas y entreplantas grandes pies cuadrados, preferentemente de madera de roble. La compartimentación de los espacios interiores muestra con claridad la clásica división tripartita de las viviendas rurales: espacios para los habitantes de la casa, para los animales y, finalmente, para guardar los frutos de las cosechas y los aperos de trabajo.
En su configuración actual, hasta cierto punto musealizada, Igartubeiti muestra un hermoso y amplio porche cubierto, realizado íntegramente en madera, a excepción de las losas que lo pavimentan. Allí parado durante algunos minutos recordé como fue precisamente la madera el material con la que los seres humanos realizaron las primeras arquitecturas de la historia. Quizás hoy estas estructuras lígneas puedan resultarle de cierta pobreza al visitante inadvertido, pero están en el origen de una preocupación básica de nuestra especie, la del alojamiento. Si no hubiésemos empezado por ahí, hoy no habría rascacielos. Pero este caserío perdido en mitad de los montes vascos nos recuerda que hasta no hace muchos siglos arte y artesanía caminaban siempre de la mano y, además, nos da a todos una pequeña pero importante lección: la de que podemos vivir y usar la naturaleza sin agredirla. No es poca cosa.
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Es imprescindible visitar esta página sobre Igartubeiti, con buenísima información y en la que podréis descargaros en PDF un libro sobre el caserío. Más informaciones en esta otra web.
4 comentarios:
Hace dos años leí un excelente libro sobre la madera y, esencialmente aunque no sólo, la arquitectura por recomendación de Juan Clemente Rodríguez Estévez (magnífico profesor de la Universidad de Sevilla):
HUGH JOHNSON. La madera. Barcelona: Editorial Blume, S.A., 1994.
Además muy bien ilustrado y editado. Creo que es un buen elemento pedagógico para resaltar, en efecto, la esencial importancia de la madera.
Hola, soy Rafael, el administrador de ALVB (http://unaimagencadadia.blogspot.com) otro blog de arte de la red, ¿me pones en tu lista de enlaces de arte?
saludos
Lo siento, Rafa, pero si pusiese a todo el mundo en los enlaces, el blog se haría interminable. Saludos cordiales
JDC
How to go there?
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