Pero lo que más me admira de esta basílica románica sarda es el ciclo pictórico que cubre la totalidad de la bóveda del ábside central. Un amplio fresco considerado como el único conservado íntegramente de la época del románico pleno de Cerdeña, datable también en la segunda mitad del siglo XII. Dividido en tres niveles, el superior nos muestra un Pantocrátor en su mandorla, rodeado por un cortejo de ángeles y arcángeles. En el registro intermedio figuran la Virgen, los doce apóstoles y otro personaje que no logré identificar. Llama la atención cómo, pese a la rigidez propia del románico, el autor trató de dar algún rasgo de naturalidad a este amplio conjunto y dispuso a algunos de los personajes como si estuviesen conversando entre sí. Por fin, en el registro inferior, se sitúan cinco escenas de la vida de Jesús; de izquierda a derecha: la última cena, el beso de Judas, la crucifixión, el entierro de Cristo y el descenso a los infiernos.
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