16 mayo 2008

CHRYSLER BUILDING

HACIA EL CIELO
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En el otoño de 1928 unos obreros comienzan a perforar el duro suelo rocoso de la isla de Manhattan, justo en el cruce de la calle 42 y la avenida Lexington, en la ciudad de Nueva York. Se trata de abrir la fosa necesaria para la cimentacíón de un edificio. El arquitecto a cargo del proyecto se llama William Van Allen, quien ha recibido el encargo de Walter Percy Chrysler, propietario de la empresa de automóviles del mismo nombre. Cuando las obras comienzan la ciudad está en plena vorágine constructiva. Estamos al final de los felices años veinte y hay una verdadera competencia entre las empresas neoyorquinas por ver cuál es la que posee el rascacielos más alto del planeta. Y Chrysler quiere ser el ganador de esta especial carrera hacia el prestigio y la fama.

La edificación progresa a un ritmo inusitado y con unas medidas de seguridad prácticamente inconcebibles para la época, de manera que ningún obrero murió durante la obra. Año y medio después, en mayo de 1930 la tarea finaliza. Se ha levantado una mole que mide en total 319 metros de altura distribuidos en 77 pisos. Sobre ellos se alza un remate piramidal de casi 60 metros del que emerge la enorme aguja que remata el conjunto. Aunque la estructura es de ladrillo, se encuentra sostenida por más de 20.000 toneladas de acero. Para garantizar que el edificio fuese realmente el más alto del mundo se diseñó una jugada maestra: dentro de la propia estructura se construyó prácticamente en secreto la aguja que lo corona, que fue izada a la cúspide a la finalización de las obras. La alegría duraría poco: un año después se inauguraba el Empire State Building que ostentó el record durante muchos años.

Pero el dato de la altura no es el más importante. Dentro del maremágnum de rascacielos que caracteriza la isla de Manhattan, el Chrysler es sin duda alguna el edificio con más personalidad. Se la confieren los elementos decorativos que lo singularizan, concebidos en una estética art decó. Llaman la atención el revestimiento de la parte superior, realizado en acero inoxidable, los motivos ornamentales que semejan tapacubos y radiadores de automóviles y sobre todo las ocho cabezas metálicas de águilas que rematan las esquinas a la altura del piso 61. Por lo demás, durante la noche, la iluminación confiere al edificio una apariencia verdaderamente espectacular.

















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Tomé esta foto del Chrysler Building reflejado en otro rascacielos de Nueva York en una tarde del verano pasado. Me pareció que ese reflejo era una buena muestra de cómo muchas de las ambiciones humanas y el afán por destacar acaban finalmente no siendo más que eso. Un mero reflejo. El tiempo se encarga de reducirlas a la anécdota. Como les pasó a quienes hace ahora ochenta años encargaron construir el rascacielos.

Ved fotos insólitas de este edificio en este blog y en esta página. Aquí tenéis una web cam que enfoca en directo al rascacielos (procurad verlo de noche). Más datos básicos en Skyscrapers, la página sobre los rascacielos y, en esta otra, información variada sobre su construcción.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy chulas las fotos... He encontrado esta otra que también está curiosa.

http://flickr.com/photos/91458045@N00/2088719350/

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