30 agosto 2010

NEFERTITI

LA BELLA HA LLEGADO

La sala está en completa penumbra y, aunque hay bastantes visitantes, en su interior reina el silencio más absoluto. Un único haz de luz enfoca una urna de cristal blindado en la cual se encuentra uno de los más famosos bustos de la escultura femenina de todos los tiempos. Tengo ante mis ojos a la reina Nefertiti, gran esposa real del faraón Akhenaton, el hereje, décimo monarca de la Dinastía XVIII y protagonista del conjunto de hechos y realizaciones artísticas que, agrupados bajo el  nombre de periodo o revolución amarniense, tuvieron lugar en Egipto a mediados del siglo XIV a.C.

Pero ahora toda mi atención, más que en la historia, se concentra en admirar esta obra escultórica. En un primer momento no me siento capaz más que de dar vueltas a su alrededor, tratando de captar su tridimensionalidad. Así que contemplo a la reina desde su espalda y por ambos lados, mientra me recreo en los detalles de la pieza. Minutos después me sitúo frente a ella. Me asombra su elevada corona pintada en azul sobre una banda amarilla que simula el oro. En aquélla, otra estrecha banda horizontal policromada recorre toda la superficie, segmentada en colores azul, rojo, verde y amarillo, mientras sobre la frente se traza un prótomos de uraeus, la cobra protectora del faraón y su esposa, con la que únicamente ellos eran retratados. También van policromados los motivos del collar que adorna su pecho, algunos de los cuales esquematizan hojas de sauce.

Pero lo que me deja sin aliento es el propio retrato de la reina; ese rostro y ese cuello tan especiales. Cualquiera coincidiría conmigo en afirmar que esta figura femenina, pese a sus más de 3.300 años de antigüedad, destaca sobre todo por su modernidad. Tras el cristal que la separa de quienes ahora la miramos embelesados puedo apreciar los hermosos rasgos de una mujer retratada en el mismo instante de su plenitud física: un esbeltísimo cuello en el que el autor se ha detenido en trazar con delicadeza los tendones que enmarcan la garganta y un rostro también alargado y cercano a la perfección, con los pómulos y el mentón bien pronunciados.

Nefertiti muestra unos labios carnosos pintados de carmín, que parecen acusar una levísima sonrisa, mientras su mirada se dirige al infinito desde sus ojos almendrados, enmarcados por unas cejas bien definidas y unas largas pestañas. Ni siquiera el hecho de que falte en la escultura (tal vez desde siempre) la pupila del ojo izquierdo consigue restar profundidad a esa mirada que me resulta hiératica y altiva, por una parte, y un tanto melancólica, por otra. Por lo demás, la justa proporción de la nariz termina por dar verosimilitud al retrato, componiendo una obra en la que se aúnan las características más relevantes de la escultura egipcia tradicional con algunas de las novedades del periodo amarniense, más cercanas a un cierto realismo en la representación. No puede dudarse: esta figura transmite de forma inmediata una sensación de profunda belleza.
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Cuando las emociones dejan paso a la razón, es el momento de recordar que esta obra fue hallada in situ en el taller del escultor real Tutmés, en la misma ciudad de Amarna. Al parecer, el hundimiento del edificio ayudó a conservar la pieza (realizada en piedra caliza con un primer rostro sobre le que se superpuso una capa de revestimiento de yeso para darle la apariencia definitiva) sin causarle más daños que leves deterioros en los laterales y facilitando, a su vez, la conservación de su policromía, que no ha experimentado desde entonces restauración alguna. La escultura, prácticamente de tamaño natural, alcanza los 48 cms. de altura y muestra toda su superficie pintada, empleándose un rojo apagado para representar el color de la piel y un tono más oscuro en los labios, buscando proporcionar a la reina una apariencia de naturalidad únicamente rota con el brusco corte de los hombros.

Una opinión bastante extendida afirma que el hecho de que esta obra se encontrase en el propio taller del escultor regio no se debe a que se encontrase en proceso de elaboración, sino a que debería servir como modelo para otras esculturas de la real  dama, lo que haría innecesario rematar el trabajo  en el ojo izquierdo. Puede ser, pero a mi me cuesta trabajo creer que una obra de esta categoría fuese concebida para quedar relegada a la única contemplación de unos cuantos aprendices de escultor en un taller del antiguo Egipto. Si así fuese, esos hombres tendrían, a diario, la inmensa fortuna de disfrutar admirándola, como ahora hago yo. Salgo por fin de la sala, pero instantes después regreso de nuevo a ella. Hay un magnetismo evidente en esta obra. Cuando finalmente abandono la estancia, vuelvo a contemplarla desde la lejanía. Quizás la propia Nefertiti vio alguna vez este busto que la retrataba. Acabo por imaginar que creería firmemente que con él se hacía honor sobrado a uno de los nombres de la reina: la bella ha llegado

Hay un buen análisis de este busto en la Wikipedia en inglés. En castellano, está bien planteada la descripción que se hace en este foro sobre Egipto. Finalmente, es muy interesante la lectura en la revista electrónica Radiology de abril de 2009, de los resultados de la última tomografía axial computarizada que se efectuó a la pieza, con sorprendentes fotografías y conclusiones muy interesantes.

21 agosto 2010

MITRA

ICONOGRAFÍA DEL SOL INVICTO

Dedico estos últimos días de agosto a descansar en la playa  mientras aprovecho para repasar la historia y el arte de Roma. Un tema llama ahora mi atención: la difusión de las denominadas religiones orientales en el mundo romano, hasta que una de ellas, el cristianismo, logró imponerse a las demás en pocos siglos y acabó por poseer el monopolio de la fe.
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Tauroctonía: Mitra sacrificando al toro del mitreo de Sidón (Siglo II d.C.). París.
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Además de su origen oriental, esas religiones que proliferaron en el mundo romano a partir del siglo I tenían también otra característica común: su carácter mistérico, ya que únicamente se accedía a ellas de forma  voluntaria tras haber superado una etapa de formación que concluía con un determinado rito iniciático (como el bautismo, en el caso de los cristianos), que suponía el ingreso definitivo en la comunidad de los creyentes. Por lo demás, muchas de estas religiones veneraban a un dios sufriente, a una divinidad que lograba superar una etapa adversa y triunfaba sobre la muerte (el mismo Cristo puede ser considerado desde esta óptica).

Tauroctonía: Mitra sacrificando al toro (Siglo II d.C.). Londres.
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Sin embargo, una de esas religiones mistéricas no compartía esta última característica. Me refiero al mitraísmo, probablemente surgido en la India de los vedas, consolidado en Irán y que llegó a Roma a través del mundo persa. Su dios, Mitra, jamás sufrió martirio alguno, aunque la carencia de fuentes escritas hace casi imposible conocer los mitos en los que se basaba esta antigua religión. Sabemos, eso sí, que Mitra había nacido (como Jesús) un 25 de diciembre (día del solsticio de invierno) y que el hecho más destacado de su existencia lo constituía la persecución y el sacrificio de un toro, cuya carne comparte con el Sol, hasta ascender al cielo y acabar identificado con el mismo astro solar, hasta el punto de que ya en la época romana era conocido frecuentemente con el sobrenombre de Sol Invictus, aunque esta denominación es hasta cierto punto errónea, ya que con ella se hace alusión a otra creencia de la época.



Tauroctonía: Mitra sacrificando al toro del mitreo de Cabra (hacia 150 d.C.). Córdoba.

Lo poco que sabemos de Mitra proviene, precisamente, de los mitreos o santuarios dedicados a esta divinidad, unas pequeñas capillas (habitualmente subterráneas) semejantes al triclinium de una casa romana, en la que se debían llevar a cabo banquetes rituales entre los iniciados. En una de sus paredes solía representarse, mediante pintura o relieve, la tauroctonía o sacrificio del toro. En algunos de tales santuarios la representación se desarrolla mediante una escultura de bulto redondo, pero en todo caso, la iconografía es siempre semejante: Mitra, ataviado con pantalón a la moda persa y tocado con un gorro frigio, aparece en el momento de dar muerte al toro, al que sacrifica con un cuchillo mientras la cola del animal se convierte en espiga de trigo. La escena se completa con otros animales: un perro que lame la sangre del toro y un escorpión que agarra con sus pinzas los testículos de la víctima del sacrificio. A veces, una serpiente y un cuervo aparecen también en la representación.


Relieve con tauroctonía (fines del siglo II d.C.). París.

Esta peculiar iconografía de la plástica escultórica romana de época imperial ha tenido diversas interpretaciones. Según algunos, la presencia de animales como el toro, el perro o el escorpión haría alusión a diversas constelaciones, con lo que nos encontraríamos ante una representación de carácter astral que podría relacionarse, a su vez, con los ciclos agrícolas. Otros creen en cambio que la iconografía del Mitra tauróctono debe corresponderse con  antiguos mitos de la religión mazdeísta, vinculados con la idea del bien y el mal. Hay también quien considera que la escena del sacrificio es una referencia al ciclo de la vida y la muerte y a las fuerzas de la naturaleza.

Ahora, mientras disfruto de las tardes de sol y contemplo precisamente estas imágenes del Sol Invictus, cargadas de fuerza y expresividad, en las que anónimos escultores romanos concretaban creencias muy antiguas, no puedo dejar de pensar en las paradojas que a veces nos ofrece la historia: la religión mitraíca mostraba a un dios no sufriente, heroico, que compartía la eternidad con el mismo Sol, hasta ser identificada con él. Por la misma época, otra religión  basaba su  cuerpo doctrinal en la idea de un hombre sencillo muerto en una cruz. Mientras el mitraísmo daba sus pasos finales, el cristianismo se preparaba para dominar Europa. Eso: sacrificadores y sacrificados. Pura paradoja.

Relieve de Mitra tauróctono (fines del siglo III. d.C.). Roma.

Afortunadamente, hay muy buenas páginas en la red para aproximarse al conocimiento de Mitra y sus misterios. Entre ellas, destaca esta Web, que presenta amplia información en varios idiomas, incluido el español. También en la curiosa Web de "los amigos de Mitra" encontraréis diversa información, al igual que esta otra página italiana.

12 agosto 2010

EAST SIDE GALLERY

ARTE EN EL MURO DE BERLÍN

La historia de la humanidad está llena de paredes y muros, de construcciones que han tratado de evitar la libre circulación de las personas o que han pretendido inútilmente crear fronteras imposibles, aislando a unos pueblos de otros. Desgraciadamente, parece que en la Edad Contemporánea, y conforme las sociedades han avanzado en la conquista de la libertad y los derechos universales, esos muros de separación han proliferado por diversos lugares. He ahí, como ejemplos actuales, la frontera blindada entre EE.UU. y México o el muro que aisla a la franja de Gaza.

Por antonomasia, la más representativa de estas construcciones es el Muro de Berlín, símbolo no sólo de la división de la ciudad en dos mitades o de la fragmentación de Alemania en dos estados, sino de toda una época: la Guerra Fría (1945-1989). Iniciada su edificación en agosto de 1961, una vez terminado se trataba de un complejo anillo de 155 km. de extensión que aislaba la parte oeste de Berlín del resto de la ciudad, mediante estructuras murarias, cercas de alambre de espino (electrificadas en ciertos tramos), torres de observación y pasillos asfaltados para el paso de los vehículos de vigilancia. 245 personas pagaron con sus vidas el intento de cruzar este Muro de Berlín, en busca de una libertad que ellos creían instalada más allá de esa barrera.

Afortunadamente, ninguna de  estas construcciones es eterna y la que nos ocupa no duró demasiado tiempo si lo consideramos, claro está, desde una perspectiva histórica, porque es evidente que para quienes debieron de sufrirlo durante años un instante de duración ya habría sido excesivo. Aquella vergüenza para la humanidad desapareció casi de la noche a la mañana en noviembre de 1989, cuando miles y miles de ciudadanos berlineses lo cruzaron masivamente sin que los guardias fronterizos hicieran nada para impedirlo. Desde entonces, y por lógicas razones, ha sido prácticamente desmontado y son muy escasos los restos que hoy pueden contemplarse en la ciudad, convertidos ya en una simple atracción turística.

Sin embargo, hay un sector de la ciudad a orillas del río Spree en el que se ha conservado un extenso tramo del Muro, con una extensión aproximada de 1,3 km. En este caso se trata literalmente de una construcción continuada de simples bloques de hormigón armado de 2,6 metros de altura que no va acompañada de los otros elementos que más arriba hemos indicado. Durante 1990 más de cien artistas llegados desde los más diversos lugares del mundo transformaron esta zona en una galería de arte al aire libre, la East Side Gallery: una verdadera sinfonía de diversos estilos pictóricos en las que, no obstante, hallamos un doble común denominador: una crítica a la división de Alemania y de Berlín y un memorial a la libertad, interpretada de las maneras más distintas. Un extenso e interesante ejemplo de pintura mural, en este caso de dimensiones casi insólitas.

Desgraciadamente pocos años después la East Side Gallery había sufrido no sólo los efectos de la erosión o de algunos actos vandálicos, sino de los graffitis de miles de visitantes anónimos que también querían dejar allí referencias de su paso o sus propias opiniones. De forma que ha sido necesario elaborar un proyecto de restauración de muchas de estas pinturas que no tienen más de veinte años. Así es nuestra historia: hay quienes levantan muros para tratar de separarnos, quienes se atreven a derruirlos con la fuerza de las ideas, quienes los transforman en arte e incluso quienes quieren ser protagonistas de una historia que no les corresponde. Seres humanos, en definitiva.

El proceso de restauración de la East Side Gallery es el objetivo de esta Web (en inglés, francés y alemán). Sobre la galería y el propio Muro encontraréis información en esta página en español, así como en la Wikipedia en ingles. Para concluir, os dejó aquí esta presentación muraria con fotos que tomé allí hace unos días.
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02 agosto 2010

LA PUERTA DE BRANDENBURGO

RECORDANDO LA HISTORIA EUROPEA CONTEMPORÁNEA

Le pasa a algunos monumentos o edificios: además de la importancia artística que pueden poseer, se han convertido en testigos mudos (cuando no en protagonistas) de la historia que se desarrolló a su alrededor. Han quedado así como una especie de emblemas o hitos de otros tiempos, desde los cuales es fácil (y casi obligatorio) evocar el pasado. Y eso es lo que le sucede precisamente a la Puerta de Brandenburgo, en Berlín. Quizás sean menos los que recuerdan la fecha exacta de su contrucción que quienes pueden asociarla a determinadas situaciones de carácter histórico.

Carl Gotthard Langhans: "Puerta de Brandenburgo" (1789-1791).

Baste decir que por aquí desfiló triunfalmente Napoleón tras su victoria en la batalla de Jena  (1806), en la que derrotó a las tropas prusianas. Las mismas que años más tarde (en 1871) festejaron en este lugar la derrota del ejército francés, abriendo paso a la unificación de Alemania. Fue también aquí donde los nazis celebraron el acceso al poder de Hitler en 1933 y realizaron durante unos años esos desfiles y concentraciones de masas  con los que el estado nacionalsocialista pretendía demostrar al mundo su fuerza y unidad, lograda a base de la completa sumisión de quienes se oponían a sus demenciales ideas. Sin embargo, en este mismo lugar se alzaba victoriosa la bandera del Ejército Rojo soviético tras la derrota de los nazis en 1945. No acababa ahí la historia de esta puerta emblemática. Ella misma se convirtió a partir de 1961, durante la Guerra Fría, en el más conocido símbolo de la división de Alemania en dos estados, al quedar dentro del famoso Muro de Berlín que separó en dos partes la ciudad hasta 1989. Precisamente, su último papel histórico ha sido el de convertirse en mudo emblema de la reunificación del país.

Tanta historia no debe hacernos olvidar que hablamos de la única sobreviviente de las quince puertas que daban acceso en el pasado a la ciudad de Berlín. Que nos encontramos ante el típico ejemplo grandilocuente de la arquitectura neoclásica que trata, en este caso, de imitar de algún modo la estructura de los propileos de la acrópolis de Atenas. La puerta de Brandenburgo fue levantada entre 1788 y 1791, según los planos trazados por el arquitecto alemán Carl Gotthard Langhans y a expensas del monarca Federico Guillermo II. Se aunan en ella dos intenciones: de una parte, monumentalizar una de las principales entradas a la ciudad, que aumentó su pujanza en la segunda mitad del siglo XIX; de la otra, dejar una muestra evidente de la creciente importancia del reino de Prusia que, andando el tiempo, sería el artífice de la unificación de los diversos estados alemanes.

Construida en piedra arenisca, la puerta presenta una anchura de 65,5 ms., con 26 de altura máxima y 11 de profundidad. Aunque ahora podemos apreciar en ella tres cuerpos, los dos laterales (de mayor profundidad y menor altura) son añadidos posteriores, correspondientes ya a 1868, si bien tratan de mantener la uniformidad con el  cuerpo central. Éste fue concebido como un pórtico hexástilo, levantado en estilo dórico, lo que explica la división del friso en triglifos y metopas. Los espacios entre las columnas de cada cara de la puerta están cerrados mediante muros, en los que se dispone decoración en relieves. De esta forma se realza la funcionalidad de la construcción como puerta de paso, mediante cinco accesos, de los cuales el central posee mayor anchura.

Por último, y tratándose de una puerta monumentalizada, la parte superior no presenta un frontón triangular, sino que aparece sustituida por una estructura de la que sobresale un podium sobre el cual se coloca una cuádriga triunfal, copia en cobre de la original de 1793, obra del escultor  Johann Gottfried Schadow, autor también de los relieves decorativos. Pero es curioso: inicialmente la figura femenina alada que conduce la cuádriga venía a representar a la diosa Eirene, símbolo de la paz. Sin embargo, con el paso de la historia y el añadido de una cruz de hierro y un águila, ha quedado transmutada en diosa de la Victoria. De forma que hasta en ese detalle esta puerta de Brandenburgo ha permanecido como testigo de la historia contemporánea. De la paz a la victoria. ¡Gran diferencia!

Aquí teneís una reproducción en 3D de la famosa puerta y en esta otra Web podéis realizar una visita virtual al monumento. Finalmente, he aquí algunas vistas de cómo quedó la puerta tras los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial.
 

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