LA BELLA HA LLEGADO
La sala está en completa penumbra y, aunque hay bastantes visitantes, en su interior reina el silencio más absoluto. Un único haz de luz enfoca una urna de cristal blindado en la cual se encuentra uno de los más famosos bustos de la escultura femenina de todos los tiempos. Tengo ante mis ojos a la reina Nefertiti, gran esposa real del faraón Akhenaton, el hereje, décimo monarca de la Dinastía XVIII y protagonista del conjunto de hechos y realizaciones artísticas que, agrupados bajo el nombre de periodo o revolución amarniense, tuvieron lugar en Egipto a mediados del siglo XIV a.C.
Pero ahora toda mi atención, más que en la historia, se concentra en admirar esta obra escultórica. En un primer momento no me siento capaz más que de dar vueltas a su alrededor, tratando de captar su tridimensionalidad. Así que contemplo a la reina desde su espalda y por ambos lados, mientra me recreo en los detalles de la pieza. Minutos después me sitúo frente a ella. Me asombra su elevada corona pintada en azul sobre una banda amarilla que simula el oro. En aquélla, otra estrecha banda horizontal policromada recorre toda la superficie, segmentada en colores azul, rojo, verde y amarillo, mientras sobre la frente se traza un prótomos de uraeus, la cobra protectora del faraón y su esposa, con la que únicamente ellos eran retratados. También van policromados los motivos del collar que adorna su pecho, algunos de los cuales esquematizan hojas de sauce.
Pero lo que me deja sin aliento es el propio retrato de la reina; ese rostro y ese cuello tan especiales. Cualquiera coincidiría conmigo en afirmar que esta figura femenina, pese a sus más de 3.300 años de antigüedad, destaca sobre todo por su modernidad. Tras el cristal que la separa de quienes ahora la miramos embelesados puedo apreciar los hermosos rasgos de una mujer retratada en el mismo instante de su plenitud física: un esbeltísimo cuello en el que el autor se ha detenido en trazar con delicadeza los tendones que enmarcan la garganta y un rostro también alargado y cercano a la perfección, con los pómulos y el mentón bien pronunciados.
Nefertiti muestra unos labios carnosos pintados de carmín, que parecen acusar una levísima sonrisa, mientras su mirada se dirige al infinito desde sus ojos almendrados, enmarcados por unas cejas bien definidas y unas largas pestañas. Ni siquiera el hecho de que falte en la escultura (tal vez desde siempre) la pupila del ojo izquierdo consigue restar profundidad a esa mirada que me resulta hiératica y altiva, por una parte, y un tanto melancólica, por otra. Por lo demás, la justa proporción de la nariz termina por dar verosimilitud al retrato, componiendo una obra en la que se aúnan las características más relevantes de la escultura egipcia tradicional con algunas de las novedades del periodo amarniense, más cercanas a un cierto realismo en la representación. No puede dudarse: esta figura transmite de forma inmediata una sensación de profunda belleza.
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Cuando las emociones dejan paso a la razón, es el momento de recordar que esta obra fue hallada in situ en el taller del escultor real Tutmés, en la misma ciudad de Amarna. Al parecer, el hundimiento del edificio ayudó a conservar la pieza (realizada en piedra caliza con un primer rostro sobre le que se superpuso una capa de revestimiento de yeso para darle la apariencia definitiva) sin causarle más daños que leves deterioros en los laterales y facilitando, a su vez, la conservación de su policromía, que no ha experimentado desde entonces restauración alguna. La escultura, prácticamente de tamaño natural, alcanza los 48 cms. de altura y muestra toda su superficie pintada, empleándose un rojo apagado para representar el color de la piel y un tono más oscuro en los labios, buscando proporcionar a la reina una apariencia de naturalidad únicamente rota con el brusco corte de los hombros.
Una opinión bastante extendida afirma que el hecho de que esta obra se encontrase en el propio taller del escultor regio no se debe a que se encontrase en proceso de elaboración, sino a que debería servir como modelo para otras esculturas de la real dama, lo que haría innecesario rematar el trabajo en el ojo izquierdo. Puede ser, pero a mi me cuesta trabajo creer que una obra de esta categoría fuese concebida para quedar relegada a la única contemplación de unos cuantos aprendices de escultor en un taller del antiguo Egipto. Si así fuese, esos hombres tendrían, a diario, la inmensa fortuna de disfrutar admirándola, como ahora hago yo. Salgo por fin de la sala, pero instantes después regreso de nuevo a ella. Hay un magnetismo evidente en esta obra. Cuando finalmente abandono la estancia, vuelvo a contemplarla desde la lejanía. Quizás la propia Nefertiti vio alguna vez este busto que la retrataba. Acabo por imaginar que creería firmemente que con él se hacía honor sobrado a uno de los nombres de la reina: la bella ha llegado.
Una opinión bastante extendida afirma que el hecho de que esta obra se encontrase en el propio taller del escultor regio no se debe a que se encontrase en proceso de elaboración, sino a que debería servir como modelo para otras esculturas de la real dama, lo que haría innecesario rematar el trabajo en el ojo izquierdo. Puede ser, pero a mi me cuesta trabajo creer que una obra de esta categoría fuese concebida para quedar relegada a la única contemplación de unos cuantos aprendices de escultor en un taller del antiguo Egipto. Si así fuese, esos hombres tendrían, a diario, la inmensa fortuna de disfrutar admirándola, como ahora hago yo. Salgo por fin de la sala, pero instantes después regreso de nuevo a ella. Hay un magnetismo evidente en esta obra. Cuando finalmente abandono la estancia, vuelvo a contemplarla desde la lejanía. Quizás la propia Nefertiti vio alguna vez este busto que la retrataba. Acabo por imaginar que creería firmemente que con él se hacía honor sobrado a uno de los nombres de la reina: la bella ha llegado.
Hay un buen análisis de este busto en la Wikipedia en inglés. En castellano, está bien planteada la descripción que se hace en este foro sobre Egipto. Finalmente, es muy interesante la lectura en la revista electrónica Radiology de abril de 2009, de los resultados de la última tomografía axial computarizada que se efectuó a la pieza, con sorprendentes fotografías y conclusiones muy interesantes.