31 marzo 2010

SANTA MARÍA LA BLANCA

HISTORIA Y ARTE DE UNA SINAGOGA

Amanezco en Toledo un frío día de finales del mes de febrero. Tan frío que apenas hay gente por la calle cuando me dirijo a visitar la antigua sinagoga de Santa María la Blanca. Mejor así, porque cuando llego hasta allí caminando por las callejuelas de la ciudad el edificio está prácticamente vacío. De manera que me despojo de todo tipo de prisas y me concentro en admirar este mudo testigo de nuestra historia; la de un pasado en el que los judíos rezaban aquí libremente a su dios y levantaban para ello casas de oración tan hermosas como ésta, antes de que la intolerancia acabara por expulsarlos del país, de su Sefarad, en 1492.

No sabemos con certeza cuándo se erigió esta sinagoga, aunque en una de sus primitivas vigas de madera se halló una inscripción que alude al año 4940 del calendario judío, lo que viene a equivaler a nuestro año 1180, cuando reinaba en Castilla Alfonso VIII, el de Las Navas de Tolosa, quien sin duda debió dar su expresa aprobación para la construcción del edificio, tal vez ante la solicitud formulada por su consejero y embajador Abráham ibn Alfache. Sería ésta, pues, la sinagoga mayor toledana, la más importante de la decena que por aquella época llegó a haber en la ciudad. Si así fue, la primitiva obra debió experimentar un incendio hacia mediados del siglo XIII, lo que obligó a reedificarla con las trazas que ahora puedo contemplar. Pero no falta quien atribuye su creación a un momento algo posterior, todavía en vida del mismo rey, aunque a propuesta de Yosef ben Susán y, para completar el enigma, hay también quien propugna debió levantarse hacia 1270, a solicitud de David ben Salomón.

Repaso mentalmente estos datos mientras la luz del invierno toledano va entrando lentamente por los cristales del hastial del edificio, poniendo ante mis ojos una planta basilical bastante irregular, dividida en cinco naves, y me muestra un verdadero bosquecillo de treinta y dos pilares octogonales que sé hechos de ladrillo, aunque los vea ahora forrados en yeso y pintados de blanco. Sobre ellos, se dispone una verdadera sinfonía de arcos de herradura, decorados con yeserías. Más arriba queda un friso con el mismo sistema decorativo sobre el que a su vez se levanta, en ambas caras de la nave central, un segundo cuerpo de arcos ciegos polilobulados que recibe el empuje de la cubierta de madera, a dos aguas.

Toda una lección de arquitectura mudéjar en esta primera mirada a una sinagoga que pronto dejaría de serlo para transmutarse en iglesia, ya en el siglo XV, y recibir el nombre con el que ahora la conocemos, cuando los tiempos anunciaban ya la proximidad de la expulsión. Más tarde el conjunto habría de servir como beaterio y recibió entonces algunos añadidos en la cabecera que, pese a que modificaron sustancialmente esa zona, no afectaron al resto del espacio construido que todavía habría de ver nuevos destinos: los de cuartel y almacén a finales del siglo XVIII.

Aun estando en un país como éste, en el que hasta tiempos recientes ha sido una tradición maltratar muchos de sus edificios más emblemáticos, no deja de asombrarme la variada historia de esta sinagoga, mientras paseo por sus cinco naves y voy recreándome en sus motivos decorativos. Quizás fueron gentes venidas de Al-Andalus  las que labraron estas yeserías geométricas, con su repertorio de roleos, medallones y pequeñas palmetas, todo ello a ritmo constante, que remite a los motivos predilectos del arte almohade. Tanto como los arquillos polilobulados de más arriba, con sus basas y pequeños capiteles pintados a la almagra, o los dos arcos túmidos que en las naves laterales franquean el acceso a la cabecera. Al mismo origen apuntan los capiteles, que poseen aquí una estricta función decorativa, ornados ellos mismos con un repertorio de piñas, volutas y cintas. Los recorro uno a uno: la labra artesanal permite apreciar pequeñas diferencias en detalle.

Todo en esta sinagoga alude al arte mudéjar; a ese estilo que triunfó ampliamente en la España medieval porque a la belleza de sus propuestas añadía la sencillez de los materiales con los que trabajaba: el ladrillo, el yeso y la madera. Elementos humildes con los que los judíos toledanos debieron ver colmadas todas sus expectativas de poseer una digna casa de reunión y de oración. Lamentablemente casi nada queda aquí de la presencia hebrea, más allá del propio edificio. Quizás los vacíos en la decoración fuesen los lugares en los que se colocaron inscripciones a Yavhé, hoy perdidas. Pero ya llegan los primeros grupos de turistas y es mejor salir de esta sinagoga que invita al silencio. Pasan tan de prisa, queriendo verlo todo que acaban por no ver nada. Allá en lo alto hay una pequeña yesería distinta a las demás: es indudablemente la estrella de David. Efectivamente, ésta fue casa de judíos.

Hace ya dos años escribí aquí un texto sobre las principales sinagogas españolas. Sobre ésta en concreto podéis consultar las informaciones de esta página del Toledo judío y este análisis, con interesantes notas y algunas fotos. 

28 marzo 2010

EL JOVEN MURILLO

CAMINO A LA FAMA

Acudí a visitar la exposición sobre "El joven Murillo" el mismo día de su inauguración, atraido por la posibilidad de contemplar un amplio conjunto de obras pertenecientes al primer periodo artístico (1640-1655) de la trayectoria del pintor, iniciada tras concluir su etapa de formación en el taller de su maestro, Juan del Castillo. La primera impresión no resultó, ciertamente, agradable: justo delante de nosotros un anciano tropezó con uno de los rígidos paneles expositivos que a algún comisario postmoderno se le había ocurrido colocar ¡en el suelo! y el pobre señor acabó dándose de bruces en el pavimento.

Bartolomé Esteban Murillo: "Autorretrato" (hacia 1650).

Salidos del susto, esa primera sala muestra demasiados cuadros, algunos de ellos colocados a una altura tal que observarlos detenidamente se hace tarea casi imposible. Y esta es una característica general de la muestra: el Museo de Bellas Artes de Sevilla no dispone de salas apropiadas para las exposiciones temporales que organiza y no puede además regular debidamente los flujos de visitantes. Añado a esto el hecho de la prácticamente nula atención que se presta a la difusión de las exposiciones en Internet, resuelta en esta ocasión con un breve texto colocado en la página del Museo y una nota de prensa elaborada ¡por la delegación provincial de cultura!

Aparte de estos inconvenientes, que no son pocos, la exposición resulta sumamente interesante. Bartolomé Esteban Murillo  (1617-1680) ha sido siempre un pintor bien valorado en Sevilla, ciudad en la que nació. Las razones de este éxito hunden sus raíces, precisamente, en esta etapa juvenil (de la que aquí se muestran más de cuarenta cuadros) cuando queda ya confirmada la capacidad del artista para conectar con la contrarreformista sensibilidad sevillana de la época, sin dejar de mostrar por ello al mismo tiempo la originalidad de algunas de sus propuestas pictóricas.
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Bartolomé Esteban Murillo. Izquierda: "San Pedro entre lágrimas" (hacia 1650). Bilbao. Derecha:  "El joven mendigo" (hacia 1645). París.

En esta etapa juvenil, que algunos califican como periodo frío, Murillo muestra una tendencia al claroscuro, influida sin duda por la obra de artistas como Zurbarán y Ribera. La importancia y número de las órdenes religiosas presentes en la ciudad explican que la mayor parte de su producción se centre en temas de carácter religioso, aunque el pintor procura introducir rasgos naturalistas, conforme a los planteamientos de Velázquez, dando a sus obras cierta apariencia de escena cotidiana en la que muchos de los personajes parecen sacados directamente de los barrios más pobres de la Sevilla de la época.
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Bartolomé Esteban Murillo. Izquierda: "San Diego de Alcalá dando de comer a los pobres" (1645). Madrid. Derecha: "Vieja hilandera" (1650).

Sin embargo Murillo no se limita a pintar cuadros de temática religiosa. De forma simultánea aborda también escenas de género, que serán otra de las constantes de su producción en las siguientes etapas. Aquí están los niños mendigos y algo pícaros, descalzos y malvestidos, como fiel reflejo de las profundas diferencias sociales de la época barroca. Junto a ellos encontramos las ancianas del estado llano, del común, sorprendidas en tareas cotidianas, como esa vieja hilandera que no ha perdido ni un ápice de profundidad en su mirada. Es éste un Murillo que actúa como cronista social y que tal vez lo hace dotado de una mirada especialmente crítica.

De este modo, ese joven Murillo que hacia 1650 estaba ya en puertas de entrar en la cuarentena había logrado dotarse de un estilo personal que queda confirmado en la maestría de obras tales como esa "sagrada familia del pajarito" en la que el tema religioso está envuelto absolutamente en la realidad cotidiana. La de un niño que juega a enrabietar a un perro, mientras sus padres están atentos a la situación: ambos han detenido por un instante sus tareas para contemplar los peculiares juegos del niño. Ninguna alusión  a lo divino vemos en este cuadro en el que  el tenebrismo se ha atenuado y el pintor nos deja entrever el fondo de la estancia: un banco de carpintero con algunos utensilios y una rueca que gira. No hacía falta ningún lenguaje grandilocuente para conseguir la complicidad absoluta del espectador. La sencillez tiene, en sí misma, un gran atractivo.

Bartolomé Esteban Murillo: "Sagrada familia del pajarito" (1650). Madrid.

El diario El Mundo dedica a esta exposición un multimedia con textos y ocho imágenes y ésta es la información del Museo sobre la muestra.

26 marzo 2010

ALTAN

VEINTICINCO AÑOS NO SON NADA

Me informa una compañera de que dentro de poco tiempo asistirá en Dublín a un concierto con el que el grupo Altan comienza una serie de actuaciones conmemorativas del vigésimoquinto aniversario de su creación. Así que regreso a casa y dedico un rato a oir, en viejos CD´s, algunas de las canciones de esta veterana banda irlandesa de música celta que emplea habitualmente el gaélico en sus composiciones, esa hermosa lengua de la que jamás he logrado entender ni una sola palabra; ese idioma de traducción imposible pero que habitualmente resulta a quien lo escucha sugerente y atractivo.

Pues sí: parece que Altan está de aniversario. Esta legendaria banda comenzó su recorrido como un duo que luego se transformó en un quinteto, hasta llegar a su formación actual con seis miembros y experimentar algunos cambios por el fallecimiento de uno de los dos creadores del grupo. En todos estos años Altan ha sacado a la luz diez discos (sin contar los recopilatorios) y ha paseado por medio mundo un repertorio construido a base de violines, acordeón, bouzuki y otros instrumentos tradicionales, todos ellos dispuestos a arropar la inolvidable voz de Mairead ni Mhaonaigh. Ved como ejemplo esta canción originaria de otro grupo mítico Clannad: Dúlamán, que desde la primera vez que la escuché me pareció una especie de himno, aunque aquí las banderas se sustituyan por algas. En fin, han pasado ya los primeros veinticinco años de Altan. Van por otros tantos.

Altan tiene en inglés, una amplia Web, cuyas informaciones pueden también completarse con las que se presentan en esta página en español.

21 marzo 2010

IGLESIAS BARROCAS ESPAÑOLAS

EL PAÍS DE LAS IGLESIAS

Ni el hermoso románico ni el esbelto gótico. Tampoco las elegantes formas renacentistas o la líneas estilizadas del racionalismo. Si algún estilo arquitectónico ha triunfado por completo en España, ese es sin duda alguna el Barroco. La sociedad española de entonces vivía vigilada bajo la atenta mirada de la Iglesia católica, ahora en tiempos de la Contrarreforma, que disponía de poderosos medios de control no sólo de las conciencias, sino también de cualquier detalle de las formas de vida, atenta a todo lo que pudiera salirse, aunque fuese mínimamente, de la más pura ortodoxia.

Francisco Hurtado Izquierdo: Sacristía de la Cartuja. (1732-1747). Granada.

Es la Iglesia católica, más que la propia monarquía y la nobleza, la institución por la que se puede explicar el casi inaudito despliegue de las formas arquitectónicas barrocas en la España de entonces, hasta tal punto que tal vez pueda afirmarse que no hay un solo lugar en España que no conserve un templo barroco, sea éste una catedral, una iglesia, una capilla, o una ermita. Porque esa es, precisamente, la característica esencial de la arquitectura barroca española: el completo predominio de las construcciones de carácter religioso, hasta hacer de éste un país de iglesias y conventos.

Fray Alberto de la Madre de Dios: "Real Monasterio de la Encarnación" (1611). Madrid.

Hace ya algún tiempo escribí aquí sobre las características generales de la arquitectura barroca española. Podemos ahora completar aquel texto señalando cuáles fueron los rasgos dominantes en la construcción de templos. En primer lugar, llama la atención la presencia de algunas divergencias respecto a las arquitecturas homólogas de otros países europeos. Aquí el siglo comenzó acusando aún las influencias puristas y vacías de decoración que habían triunfado con Juan de Herrera y la sobriedad de El Escorial. Pero pronto el gusto por la profusión de elementos decorativos quedó completamente afianzado y, además, no se conformó con extenderse por el interior de los edificios, como sucedía en casi toda Europa, sino que alcanzó también a sus fachadas y, en ellas, a su elemento más destacado: la portada.
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Hay también otra cuestión diferenciadora, al menos con respecto a Italia. Si en este país triunfaron las complejas plantas de templos elaboradas por Bernini y, sobre todo, Borromini, en España por el contrario se prefirieron las plantas más sencillas y, en concreto, dos modelos destacaron especialmente: la planta de salón, que muestra una amplia nave única a la que se adosan capillas laterales entre los contrafuertes, y la planta de cajón, empleada ya en época renacentista y ahora muy desarrollada en las iglesias conventuales, más sencilla aún con su nave única y sin capillas y dotada de una sola entrada lateral para los fieles ajenos a la comunidad.
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Superior. Izquierda: Hermano Pedro Sánchez: "Planta de la Iglesia del Colegio Imperial" (1622). Madrid. Derecha: Hermano Francisco Bautista: Cúpula encamonada del mismo edificio, actual Colegiata de San Isidro (1632). Madrid.

Pero el inmenso despliegue constructivo de la centuria se producía en un país con crecientes dificultades económicas. A ellas no fueron ajenos los propios edificios, de manera que en muchos de ellos la piedra fue sustituida por el humilde ladrillo, más barato. Con la misma intención de rebajar costes, los arquitectos (muchos de los cuales eran miembros de las órdenes religiosas para las que diseñaban los templos) encontraron sugerentes fórmulas para que sus obras siguiesen mostrando una apariencia relumbrante y escénica. Se desarrollaron así los repertorios decorativos en yeso o las cúpulas encamonadas, construidas a base de un entramado de madera y con materiales ligeros en sus revestimientos (yeso al interior, pizarra en el exterior). Así se ahorraba dinero, pero se conseguía un efecto deslumbrante. Justo lo que se pretendía porque, en el fondo, parte de la estética barroca consistía básicamente en eso. Puro teatro.
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Izquierda: sección de una cúpula encamonada. Derecha: Fachada de la iglesia de Santa Isabel (1632-1703). Zaragoza.
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Este texto de Arteguías presenta un resumen de las principales etapas de la arquitectura barroca española. Hay también una buena síntesis del tema en el texto en PDF del profesor Enrique Valdearcos sobre "el barroco español". Finalmente, la Wikipedia ofrece enlaces a textos sobre distintos edificios barrocos españoles, en su mayor parte religiosos, clasificados por regiones.

16 marzo 2010

ANTONIO CAMOYÁN

SOBRE UNA EXPOSICIÓN FOTOGRÁFICA

Hace unos meses escribí en ENSEÑ-ARTE un texto acerca de una serie de mágicas fotografías realizadas por Antonio Camoyán, un prestigiado fotógrafo naturalista sevillano que, sin dejar ni un ápice su interés por el medio natural, había explorado con su cámara otras posibilidades de captar la diversidad que se encierra en los paisajes más próximos al río Tinto; aquí, en la Andalucía más al sur. Aquel texto estuvo precedido de varias y extensas conversaciones con el artista, así como de diversas visitas a su casa para bucear someramente en un inmenso archivo de imágenes que supera toda capacidad de descripción. Se trabó ásí una amistad de la que hoy me honro, porque si ver la imágenes de Antonio es todo un privilegio, no lo es menos oirle contar sus experiencias recorriendo las márgenes del Tinto, buscando lo que pasa desapercibido al común de los mortales, pero que él encuentra allí, en los lugares más insospechados, con esa mirada tan especial que caracteriza su trabajo fotográfico.

Decidí titular aquel texto como "el alma del paisaje", porque precisamente eso era lo que me parecía que lograba captar Antonio Camoyán con sus especiales fotografías, planteadas desde un punto de vista que me evocaba algunos de las propuestas estéticas que están en la base del expresionismo abstracto pictórico: dejar que sean el color, las texturas y la ausencia de formas definidas los elementos que conducen al espectador por un camino insospechado y al mismo tiempo asombroso, apelando a sus emociones.

Pues bien, con una ínfima parte de su asombrosa colección, Antonio celebra estos días (hasta el próximo 16 de abril) una exposición de fotografías titulada precisamente "El alma del paisaje" y lo hace en la Sala de Exposiciones de la Fundación Biodiversidad del CSIC, situada nada menos que en el Patio de Banderas del Alcázar de Sevilla (ocasión única además para ver la puerta del primitivo acceso a ese recinto). Se trata de 600 fotografías proyectadas en pantallas de alta resolución y agrupadas en torno a seis ejes temáticos. 

No es costumbre de ENSEÑ-ARTE animar a ningún lector a la visita de exposición alguna, pero esta vez hacemos caso omiso de la norma y recomendamos, a quien ande por aquí, acercarse hasta el Patio de Banderas para ver sin prisas esa colección de fotografías que no dejará indiferente a nadie. En todo caso, os dejo en el blog otra entrega de imágenes de Camoyán, a quien, en breve plazo, dedicaremos un artículo (esta vez en papel) en la Revista Atticus, con la que venimos colaborando desde hace ya algún tiempo. Así que aquí están estas otras imágenes, todas ellas captadas en el río Tinto. Vedlas con tranquilidad. Son, nada más y nada menos, el alma del paisaje.

Antonio se decidió finalmente y ha armado un blog en el que nos va dejando algunas muestras de su trayectoria y de sus obras. Leed también este texto de la Revista Atticus.

13 marzo 2010

LAS MENINAS

VIAJE POR UN CUADRO

Probablemente sea éste (junto con el "Guernica" de Picasso y "Los fusilamientos"  de Goya) el cuadro más comentado, tratado y analizado de toda la historia de la pintura española. Y pese a todo lo que se ha dicho de él, aún quedan muchas cosas por descubrir... o que no lograremos descifrar nunca. Tal vez en eso esté uno más de sus múltiples atractivos. No pretendemos ahora contar nada nuevo, simplemente que el lector efectúe con ENSEÑ-ARTE un viaje en el que el cuadro sea el único protagonista, acompañándolo de unas breves indicaciones que hagan más fácil su lectura, aunque la simple mirada atenta sobre esta obra genial es ya, en sí misma, toda una satisfacción. Aquí os dejo el cuadro, acompañado de un bello fondo musical: el concierto para oboe en C Mayor, de Mozart.

09 marzo 2010

VORTICISMO

EN TORNO A LA OBRA DE WYNDHAM LEWIS

No cabe duda de que el término vorticismo está de actualidad en España, habida cuenta de la celebración en Madrid de una exposición antológica sobre la obra de Wyndham Lewis (1882-1957), el artista inglés (aunque nacido en Canadá) creador de dicho movimiento y también el más conspicuo reprsentante de esta corriente pictórica que puede considerarse como la única de las vanguardias surgida en la Inglaterra de los años inmediatamente anteriores a la Primera Guerra Mundial.

Wyndham Lewis. Izquierda: "Autorretrato como Tyro" (1921). Derecha: "Taller" (1914-15). Londres.

A causa del divorcio de sus padres Lewis se instaló con su madre en Londres en 1893, mostrando desde muy pronto atración hacia la expresión artística. Años después efectuó algunos viajes por diversos países europeos que le pusieron en contacto con las distintas corrientes de vanguardia que proliferaban entonces en el continente. Es en ese contexto en el que desarrolla unas obras en las que las influencias cubistas y futuristas son evidentes y para las que el escritor anglonorteamericano Ezra Pound acuñó, en 1912, el término de vorticismo. Según el propio Lewis, el vorticismo pretendía combinar lo que vivo y palpitante posee la pintura futurista con las propuestas estructurales del cubismo cuya pintura, a su juicio, carecían de aquella vitalidad.

Wyndham Lewis: "Una batería atacada" (1919). Londres.

Así considerado, el vorticismo podría entenderse como una propuesta (no sólo pictórica) de carácter ecléctico en la que se veía también una clara intención de efectuar, incluso desde una perspectiva dramática, una crítica a algunos de los elementos constitutivos de la modernidad. Y en esas estaba cuando llegó la Primera Guerra Mndial y su sinfín de atrocidades pareció dar la razón a aquel reducido grupo de artistas que en Londres se reunió en torno a la personalidad arrolladora de Lewis. La propia guerra no fue sino uno de esos rasgos más desgarradores de la modernidad que de alguna manera criticaban los vorticistas. El mismo Lewis participó en ella pero a su retorno sus ideas ya no eran las mismas. Ahora el vorticismo no resultaba adecuado para sus necesidades expresivas, que alcanzaban también a la producción literaria y a su colaboración en diversas revistas.
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Wyndham Lewis: Izquierda: "Composición vorticista" (1915). Derecha: "Retrato de T.S. Elliot" (1938).
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Y así acabó el vorticismo, desapareciendo tan rápido como había llegado, mientras Lewis exploraba nuevos caminos pictóricos que le acercaron a la sátira y a la pintura metafísica, además de mostrarse como un agudo retratista y un voraz escritor. A una guerra le siguió otra y ésta segunda, aún más cruel que la anterior, la pasó el artista en América, mientras un tumor ocular comenzaba a dañar su visión hasta producirle ceguera completa en 1951. Quizás no haya peor enfermedad para un pintor. En este caso, y para entonces, Lewis había dejado una obra amplia y variada, muy poco conocida en España. Visitar sin prisas esa exposición es una buena manera de acercarse a ella.
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La Universidad de La Rioja mantiene esta Web, que aloja al "Proyecto Wyndham Lewis". En la Web de la Fundación Juan March hay abundantes datos sobre la exposición a la que hemos aludido. Leed también este artículo en el suplemento Babelia, de El País. En inglés, hay una página dedicada de manera exclusiva al vorticismo, con informaciones muy diversas.

05 marzo 2010

EL CASTILLO DE BELVÍS DE MONROY

UNA VISITA A LA ESPAÑA EN RUINAS

Llueve de manera inclemente sobre España, hasta convertir casi todo el país en una inmensa laguna que recorro apresuradamente de sur a norte, dirigiéndome hacia el centro peninsular en busca de esas exposiciones que, lamentablemente, nunca llegan hasta los que vivimos en provincias. A unos kilómetros de la carretera por la que viajo alcanzo a ver recortada en el horizonte la silueta del imponente castillo de Belvís de Monroy (Cáceres), enclavado en la comarca del Campo Arañuelo. Me prometo visitarlo a mi regreso, haciendo caso omiso del mal tiempo que no nos abandona.

Así lo hago tres días después: llego a una pequeña población en la que, según el INE, no moran más que 670 habitantes, cuyas viviendas se arraciman a los pies del castillo. Me parece regresar de nuevo a esa España profunda de la que nuestros políticos suelen afirmar interesadamente que ya hemos dejado atrás. Pero no es del todo así y la existencia de una pequeña oficina de turismo no  me convence de lo contrario, pese a que me atienden, me dan un plano, me avisan de los riesgos que puedo correr... si entro en el castillo y me advierten que si deseo yantar en el pueblo... debo avisar previamente al Hogar del Pensionista, pues no hay otro sitio donde poder comer.

Con cierta desazón me dirijo hacia el castillo mientras lo de esa España profunda no se me va de la cabeza. Y no lo digo con desprecio hacia estas gentes que aquí habitan, sino hacia quienes toleran, en la comodidad de sus poltronas y coches oficiales, que una joya como la que parece ser este edificio se encuentre en el lamentable estado que ahora empiezo a contemplar, como me ha pasado en tantos otros lugares del país. Ya en la entrada me aguarda una única información municipal: "castillo en ruinas". Y ruinas son las piedras que tengo a la vista. Y, como  siempre, se provoca en mi un doble sentimiento de nostalgia y de enfado. Sé que este castillo es propiedad particular y comprendo que no puede exigírsele a un Ayuntamiento de tan escasa población que corra a cargo de la recuperación y rehabilitación del edificio. Pero, más arriba, las autoridades autonómicas y estatales algo deberían hacer al respecto.

El castillo de Belvís tiene unas dimensiones considerables y la historia nos cuenta que su construcción se remonta al siglo XIII, continuando luego mediante sucesivas ampliaciones entre los siglos XIV y XVII. hay pues en sus trazas arquitectónicas elementos del arte gótico que conviven con otros más tardíos que nos remiten a ideas renacentistas e incluso barrocas. En todo caso, me cuesta la mayor parte de las veces identificar épocas y estilos, porque prácticamente todo lo que me rodea está presidido por la desolación y el abandono, al tiempo que son evidentes sucesivos expolios de diverso material.

Mientras llueve y sopla con fuerza el viento, recorro en soledad estos muros, trepo por inestables escaleras y alcanzo a auparme hasta la imponente torre del homenaje que remata la silueta del castillo y desde la cual puedo divisar las trazas de una población cuyas gentes ya se disponen a almorzar, refugiados en sus casas a salvo del mal tiempo mientras yo, en cambio, recorro un edificio que en algún momento trató de conjugar las funciones militares que lo originaron con otras más cultas, allá por el Renacimiento, cuando fue tratado más como residencia palaciega que como conjunto defensivo, funcionalidad entonces poco necesaria. 

Mi mirada va de los recios arcos apuntados que los saqueadores no han podido arrancar a los restos de algunos matacanes, de las saeteras dispuestas aquí y allá a la singularidad de una torre almenada de planta triangular; de las atrayentes escaleras que conducen al vacío a los paramentos levantados con sillares. Ahora sale el sol por un momento y puedo recrearme contemplando los escasos motivos decorativos in situ, algún arco en cortina o las fábricas en ladrillo o tapial e imaginar, al mismo tiempo, cómo serían las duras vidas de quienes aquí habitaron.
 
Vuelve a llover sobre el castillo de Belvís de Monroy y pese al crudo invierno que atravesamos, cuando abandono ya estos muros donde una hora se me ha pasado en un suspiro, reparo en un detalle que antes no había contemplado, ansioso como estaba por llegar hasta aquí: al amparo de uno de los lienzos encuentro un hermoso árbol completamente florecido. Como yo deseo que florezca y se recupere esta fortaleza a la que tal vez, un día, regrese.

Esta Web extremeña dedica un apartado específico al interesante y desolado castillo de Belvís, con abundante información y un plano. Más datos en castillos.net en esta otra página, con buenas fotos.
 

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