UNA ALHÓNDIGA NAZARÍ
Fundaq. ¡Qué rotunda y hermosa resulta la pronunciación de esta palabra árabe! (probablemente derivada del griego) y de la cual se han derivado los vocablos castellanos fonda y alhóndiga. Pero, ¿qué era un fundaq? Con este término se hacía referencia en Al Andalus a aquellos lugares relacionados con la actividad comercial que cumplían una triple función: alojar a los mercaderes de paso por la ciudad, proporcionarles un almacén donde guardar sus mercancías (que serían vendidas allí mismo o reenviadas a los zocos) y, por último, atender y cobijar a las caballerías con las que aquellos se desplazaban.
Las fuentes escritas dejan clara la abundancia de estas alhóndigas en la España musulmana, pero sólo una de ellas ha llegado hasta nuestros días. Se trata del llamado Corral del Carbón de la ciudad de Granada, cuyo nombre original parece que fue el de fundaq al-yadida o alhóndiga nueva, ya que su construcción, datable en la primera mitad del siglo XIV, es posterior a la de las otras dos que existían en aquella ciudad. El edificio ha sido destinado a diversos usos a lo largo del tiempo y poco ha faltado para su demolición, así que es casi un milagro que se haya conservado en sus trazas originales, dejando a un lado, claro está, algunos elementos definitivamente perdidos y las necesarias restauraciones.
El Corral del Carbón, cuyo nombre actual se debe a que se dedicó precisamente a la venta de carbón en diversas épocas tras la reconquista cristiana de la ciudad, es una construcción de planta prácticamente cuadrada (28 x 29´6 metros) que presenta en su lado norte una interesante portada monumental sobresaliente del resto del edificio. La organización del conjunto es bien sencilla. Posee un gran patio con una fuente en su centro, en torno al cual se disponen cuatro naves de reducida profundidad (unos 2,7 metros) levantadas en tres pisos. Cada uno de ellos se divide en pequeñas habitaciones separadas, a las cuales se accede mediante vanos adintelados que en las dos plantas superiores se abren a galerías cubiertas con armadura simple de madera. En todos los casos los elementos sustentantes son pilares de sección cuadrada (de piedra en la planta baja y de ladrillo en las otras dos) sobre las que apean grandes zapatas de madera. Únicamente en los lados paralelos al eje de la puerta se dispusieron sendas escaleras de acceso a los pisos altos.
El Corral del Carbón, cuyo nombre actual se debe a que se dedicó precisamente a la venta de carbón en diversas épocas tras la reconquista cristiana de la ciudad, es una construcción de planta prácticamente cuadrada (28 x 29´6 metros) que presenta en su lado norte una interesante portada monumental sobresaliente del resto del edificio. La organización del conjunto es bien sencilla. Posee un gran patio con una fuente en su centro, en torno al cual se disponen cuatro naves de reducida profundidad (unos 2,7 metros) levantadas en tres pisos. Cada uno de ellos se divide en pequeñas habitaciones separadas, a las cuales se accede mediante vanos adintelados que en las dos plantas superiores se abren a galerías cubiertas con armadura simple de madera. En todos los casos los elementos sustentantes son pilares de sección cuadrada (de piedra en la planta baja y de ladrillo en las otras dos) sobre las que apean grandes zapatas de madera. Únicamente en los lados paralelos al eje de la puerta se dispusieron sendas escaleras de acceso a los pisos altos.
En conformidad con lo que suele ser habitual en la arquitectura islámica, el Corral del Carbón no poseía vanos que abrieran al exterior, salvo el de la propia portada. Sin embargo, ésta destaca en el conjunto por su carácter monumental. Presenta un cuerpo rectangular sobresaliente del resto del edificio y que se eleva hasta los diez metros de altura, alcanzando 6,6 de ancho. Podemos dividirla en dos cuerpos. El inferior posee un gran arco de herradura festoneado, todo él hecho en ladrillo y con las albanegas decoradas con yeserías en ataurique. Por encima de la línea superior del alfiz corre otra yesería con decoración en caracteres cúficos en la que se reproduce la azora 112 del Corán: "Dios es único, Dios es eterno, no engendró ni fue engendrado, ni tiene compañero alguno". El cuerpo superior de la portada muestra un dintel de ladrillo adovelado sobre el que se sitúa en el centro una ventana ajimezada flanqueada por arquillos ciegos coronados por paños de sebka.
Toda esta portada se cubre con un amplio tejaroz de madera, sostenido por dos grandes estribos de ladrillo que enmarcan el conjunto. Además, al traspasar el arco podremos observar como el zaguán ha conservado una bóveda de mocárabes en yeso que originariamente debieron estar pintados. Bajo ella apreciamos otra ventana geminada que proporcionaba luz a una habitación desde la cual probablemente el alhondiguero podría controlar tanto la calle como el gran patio interior. También aquí podemos apreciar atauriques y cartelas con inscripciones cúficas y, en los laterales, arquillos ciegos, en este caso angrelados.
En definitiva, cuando contemplamos este Corral del Carbón granadino estamos viendo un modelo de edificio originario del Islam oriental, el caravansar, habitualmente situado en zonas de paso de las rutas caravaneras, pero cuya funcionalidad lo hizo idóneo para su difusión por todo el Mediterráneo musulmán. Sin embargo, algunos de los elementos decorativos nos muestran la aportación de la arquitectura nazarí al modelo original. En todo caso, el edificio da clara muestra de la importancia que poseían las actividades comerciales y la misma vida urbana en la sociedad anadalusí y es ejemplo vivo de otros muchos de formas semejantes que debieron existir en la península. Un mundo de ciudades. Como ahora.
En esta página disponéis de otra descripción de este edificio y en esta otra hay un diaporama y bibliografía.