Hace más de 20.000 años algunas bandas de cazadores-recolectores del Paleolítico Superior recorrían la escarpada orografía de la Sierra de Grazalema. En una de sus incursiones siguiendo el curso del río Guadiaro debieron ascender por una de las laderas de un cerro próximo al río. Habituados ya a este tipo de paisajes, y contando con la fortuna como aliada, encontraron allí una cueva en la que tal vez hallaran refugio durante unos días. Pero no sólo refugio, en sucesivas ocasiones esos grupos de homo sapiens paleolíticos también emplearon la cueva como lugar idóneo para realizar sus representaciones de animales y signos y probablemente sus ceremonias de magia propiciatoria de la caza. Durante mucho, mucho tiempo, en el transcurso de innumerables generaciones, la visitas ocasionales a la cueva seguirían repitiéndose. Los cazadores pasaban en la zona unos pocos días y luego continuaban su habitual recorrido nómada, en busca de nuevos recursos alimenticios.
Siguió pasando el tiempo y llegó el siglo XX. En 1905, casi con toda certeza más de veinte mil años después de la primera entrada de los hombres paleolíticos en la cueva, un campesino de la zona, buscando abono de murciélago, la descubrió de manera oficial. El avispado campesino logró hacerse con la propiedad del terreno y esta es la razón por la cual, cuatro generaciones después, la cueva de La Pileta sigue estando, de manera incomprensible, en manos privadas. De este modo, la cueva que puede considerarse como la mejor muestra del arte rupestre franco-cantábrico en territorio andaluz está sometida a un régimen de explotación económica basado en la obtención de beneficios, con horarios que no se cumplen, con precios abusivos y con guías no cualificados que durante años han empleado lámparas de petróleo para mostrar las pinturas, lo que ha supuesto un cierto deterioro. Todo ello ha generado además algunos desacuerdos entre los propietarios de la cueva y la administración andaluza, que han llegado hasta el Tribunal Supremo.Formaciones de estalactitas en el interior de la cueva.
Gran pez y signos esquemáticos de La Pileta. Hacia 15.000 a.C.
En tan amplio conjunto destacan sobremanera las representaciones de fauna propia del paleolítico, con más de 80 figuras zoomorfas. Se asignan a las etapas que van desde el Solutrense antiguo hasta el último Magdaleniense, con una cronología que podría situarse entre unos veinte mil y ocho mil años antes del presente. Las especies representadas son diversas: uro, caballo, ibix, ciervo y cabra montés. Llaman la atención especialmente lla yegua preñada del denominado "santuario" y el gran pez de metro y medio de longitud de la última sala, una representación poco frecuente en la pintura paleolítica y que se ha identificado con un mero o una platija. Predominan siempre los silueteados y el empleo de los tres colores característicos de la etapa: rojo, amarilo y negro. Junto a los animales aparecen también pinturas esquemáticas e ideomorfos de difícil interpretación.
He visitado en nueve ocasiones la Cueva de La Pileta, acompañando a grupos de alumnos de los centros en los que he impartido clases. Siempre efectué el recorrido con la misma ilusión que la primera vez. Y siempre me pregunté como un conjunto artístico (también geológico) de esta importancia podía encontrarse en manos privadas. Nunca sabremos con certeza si la cueva fue, además de un lugar de asentamiento provisional, un santuario en el que los hombres paleolíticos llevaban a cabo ritos de iniciación y propiciatorios de la caza. Seguirán formulándose teorías al respecto, pero la bruma de los miles de años transcurridos desde la primera ocupación seguirá velando el misterio. Nosotros, en cambio, deberíamos velar porque las pinturas de la cueva no se deterioren más y, dentro de otros veinte mil años puedan seguir siendo admiradas.








































