He aprovechado parte de los días de vacaciones para poner orden en mi archivo fotográfico de los últimos meses y me encuentro con una foto tomada a hurtadillas de una genial obra de arte que tuvimos ocasión de ver en el Mauritshuis en el contexto de la exposición sobre el retrato en los Países Bajos que allí tenía lugar. Una rareza, porque el cuadro se encuentra en una colección particular y muy en contadas ocasiones se expone al público. Se trata del retrato de Jan Six, que Rembrandt pintó en 1654.
Rembrandt: "Retrato de Jan Six" (1654). Ámsterdam.
La historia del propio cuadro es ya bien interesante: Rembrandt retrató en él a uno de los más importantes personajes de la Ámsterdam de la época, miembro de una rica familia, poeta y abogado, acaudalado comerciante, perteneciente a la corporación de la ciudad y casado con Margareth Tulp, hija del famoso doctor que el artista había retratado en 1632 en "la lección de anatomía" y amigo además del pintor. Desde entonces el cuadro ha permanecido en manos de la misma familia y hoy disfruta de él, en su casa, un descendiente que tiene el mismo nombre y apellido que el retratado.
Pero ahora vayamos al análisis de la representación: haciendo un uso extremo de su claroscuro, Rembrandt nos muestra en un retrato de medio cuerpo a Jan Six sobre un fondo negro del que emerge su figura ataviada con un traje gris sobre el que destaca, colgada al hombro, una casaca de color rojo. El personaje va tocado con un sombrero que apenas vemos y se encuentra en actitud de quitarse un guante, habiéndose desprendido ya del otro (¡que interesante contraste entre la mano desnuda y la que aún está cubierta!). El retratado no posa; más bien parece que acaba de llegar y va a saludar a alguien, tal vez el mismo pintor. Por eso aparece levemente girado y su mirada no deja de dirigirse casi de reojo al espectador. Podría decirse que la figura emerge literalmente de la oscuridad que lo envuelve.
Ha utilizado aquí Rembrandt, con su proverbial maestría, una pincelada absolutamente suelta, como podemos apreciar en la botonadura del traje, en las dos borlas que penden del cuello y en los elementos dorados de la casaca. Pero ello no le impide mostrarnos los rasgos de la personalidad de Six a través de su rostro, en una actitud diríase introspectiva, muy acorde con su carácter, que Rembrandt conocía a la perfección.
Pero la pincelada suelta alcanza su máximo nivel en la zona triangular que casi en la base del cuadro componen las manos, los puños de la camisa y los guantes del retratado que en algunas partes son verdaderas manchas sin forma definida. Además, el eje de este sector del cuadro, girado hacia la izquierda del espectador, contrasta con el de la cabeza, que muestra un giro hacia nuestra derecha.
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En todo ello se ha querido ver un juego de contrastes que alcanza el valor de lo simbólico: las partes desnudas de la obra (el rostro, la mano derecha) vendrían a hacer referencia a lo efímero de la vida humana. Pero yo creo que no hay que andar buscando significados ocultos en este cuadro de Rembrandt. Más bien hay que detenerse en apreciar cómo el artista puso lo mejor de sí en retratar a un amigo al que apreciaba y cómo, para ello, se atrevió a emplear esa pincelada que evoca la de Velázquez. Dos genios de la pintura. Y un cuadro que ha permanecido más de 350 años en manos (nunca mejor dicho) de la misma familia. Casi nada. Tener un Rembrandt en el salón de tu casa. ¡Como para ponerse a fumar!
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Más información sobre el cuadro en esta página holandesa (en inglés) y en el Artchive. Rembrandt hizo también un grabado de Jan Six, cuyo comentario podéis leer en esta página.
3 comentarios:
Otro post fantástico,sin duda tienes un blog alucinante y dentro de poco serás reconocido mundialmente.Quien sabe,a lo mejor apareces en futuros libros de historia del arte como representante de uno de los blog mejor elaborados del arte...
Sarita: "tas pasao". Gracias por tus palabras. saludos muy cordiales
JDC
Otro post increíble sin duda
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