20 junio 2010

MARK ROTHKO: PRIMERAS OBRAS

A LA BÚSQUEDA DE UN ESTILO

En varios artículos anteriores hemos ido desgranando las distintas etapas en las que puede dividirse la trayectoria artística de Mark Rothko. Sin embargo, quedaba por analizar algunos momentos de su peculiar evolución pictórica y, entre ellos, sus primeros pasos como artista, en un periodo que vamos a acotar entre 1923 y 1936.
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Mark Rothko: Autorretrato" (1936). Colección de Christopher Rothko.
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Efectivamente, en 1923 un joven judío de origen europeo que lleva ya diez años en los Estados Unidos toma una decisión que cambiará su vida: se traslada a Nueva York y allí resuelve, con tan sólo veinte años de edad y de manera casi repentina, que se dedicará a la pintura el resto de su vida. Nuestro joven se llamaba Mark Rothkovich y en su familia no existía antecedente alguno de vocación artística. Además, antes de ese instante, el joven solamente había tomado  unas cuantas clases de pintura durante su breve estancia en la Universidad de Yale, la cual abandonó por dificultades económicas sin haber obtenido titulación alguna.
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Mark Rothko. Izquierda: "Apunte en la sombra" (1925). Derecha: "Sin título" (1926). Ambas en Washington.

Para llevar a la práctica su deseo, en 1924 Rothkovich se matricula en una de las muchas escuelas de arte de Nueva York. Allí toma contacto con la pìntura y el dibujo de la mano de las enseñanzas de sus primeros (y casi únicos) maestros Arshile Gorky y Max Weber. Con ellos conoce las características de la pintura de Cezanne y del conjunto de las vanguardias europeas, mientras comienza a decantarse por un estilo figurativo en el que tienen cabida por igual los paisajes, los estudios de naturalezas muertas y algunas vistas urbanas. Con este bagaje, y a los 25 años, Rothko realiza su primera exposición en 1928 en una humilde sala neoyorquina. Un año después el aprendiz de pintor pasa a ser maestro: comienza a dar clases de pintura y dibujo para niños en una escuela de Brooklyn, tarea a la que se dedicaría durante muchos años.
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Mark Rothko. Izquierda: "Sin título" (1929-1929). Derecha: "Paisaje" (1929-1930). Ambas en Washington.
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A comienzos de los años 30 Rothko conoce a Milton Avery, otro pintor que también influirá decisivamente en su estilo, mientras sus cuadros se centran cada vez más en escenas de interior pobladas frecuentemente por personajes femeninos en actitudes diversas. En ocasiones, son los desnudos los que atraen su interés. En todo caso, llama la atención cómo Rothko tiende a dar formas bien rotundas a la anatomía femenina, llegando incluso a la deformación. Trata con ello de acentuar el carácter expresionista de su pintura, interesada también en mayor medida por el color que por el dibujo. Es ahora además cuando el pintor consigue exponer por primera vez sus obras en un museo, el de Portland, donde colgó acuarelas, dibujos y óleos (1933).
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Mark Rothko: "Sin título (tres desnudos)" (1933-1934). Washington.
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En 1936 el artista se atreve con su autorretrato, único que realizó y que parece una especie de corolario de sus aprendizajes hasta este momento: si uno se fija en la opacidad de las gafas con las que Rothko se representa, quizás podamos intuir las dificultades del artista por encontrar un estilo propio en medio de su relativa inexperiencia y de la multitud de influencias recibidas en estos años de veloz aprendizaje. Sus obras eran las de un pintor de estilo moderno que no destacaba especialmente por la originalidad de sus creaciones.
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Mark Rothko: "Sin título (hombre con la cara verde)" (1934-1935). Washington.
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Pero volvamos nuestra mirada hacia otra pintura: la del hombre de la cabeza verde que mostramos junto a estas líneas: si suprimimos del cuadro, precisamente, al personaje que le da el título, lo que nos queda al fondo son ya los campos de color que definen el periodo clásico o de madurez del pintor, aquél por el que es universalmente conocido. Esa obra es de 1935, pero todavía en 1936, y a raíz de visitar una exposición sobre Chirico, Rothko iniciaba su serie sobre el metro de Nueva York, de la que ya nos hemos ocupado aquí. Nada entonces podía hacer presuponer el enorme cambio que tendría su forma de pintar unos años más tarde, hacia 1945. En estos momentos el artista continuaba a la búsqueda de un estilo. Quién sabe: quizás aún no sabía que ya lo había encontrado. 

14 junio 2010

MIGUEL ÁNGEL CAMPANO

APOSTANDO AL COLOR


Tal vez el pintor español del que hoy me ocupo no sea muy conocido por el gran público, pese a haber obtenido el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1996 y aunque le avale una extensa trayectoria de exposiciones y reconocimientos, además de que su obra cuelgue en numerosos museos y esté analizada en un elevado número de publicaciones. Me refiero a Miguel Ángel Campano (Madrid, 1948), un artista cuya producción pictórica toma como raíces las dos grandes corrientes nacidas a ambas orillas del Atlántico en los años inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial: el expresionismo abstracto norteamericano y el informalismo europeo.

Superior. Miguel Ángel Campano. Izquierda: "Sima de los huesos" (2001). Derecha: "Sin título" (1993).

Campano inició estudios de arte y arquitectura en Madrid que según creo no llegó a completar, tal vez porque en esos años de estudiante ya mostraba una clara atracción por la pintura, una evidente tendencia hacia la abstracción y un interés primordial hacia el color como eje básico de la reflexión pictórica, aunque ese color fuese el negro que predominaba en algunas series de sus cuadros hace ya bastante tiempo. Aunque el mismo artista ha señalado en alguna ocasión que "en mi larga vida de pintor he llegado a suprimir las influencias exteriores", bien sabemos que tal afirmación, en el Arte, es imposible en la práctica, a no ser que el artista esté completamente ciego.

Superior. Miguel Ángel Campano. Izquierda: "La suerte" (2005). Derecha: "S/T" (2003).
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Desconozco cuáles fueron las circunstancias personales por las que Campano se instaló en París a finales de la década de los setenta, pero parece evidente que de esa decisión de derivaron importantes consecuencias para su obra. No me cabe duda de que en París Campano pudo acercarse con mucha más facilidad que aquí a la obra de los expresionistas abstractos, cuyas influencias en esa época resultan patentes en sus cuadros. Son además influencias múltiples, en las que podemos apreciar las huellas de los primeros espadas de la Escuela de Nueva York, si bien Campano reinterpreta sus ideas y las interioriza con una especial sensibilidad que con el paso del tiempo ha ido adquiriendo un mayor sentido lírico.

Recientemente, el artista ha resuelto trasladar su residencia de nuevo a Madrid, tras pasar un cierto tiempo en el que su estado de salud le mantuvo relativamente alejado de la pintura. Y este regreso a nuestro país es también un retorno a los pinceles. La vuelta de un artista que se define a sí mismo como "misántropo y asocial", pero que siempre encontró un excelente refugio en el color, porque esa es una vía que nunca falla a quienes son verdaderos pintores. Os dejo con algunas obras de Campano: pura sensibilidad, pese a los obvios contrastes que existen entre ellas. Disfrutadlas sin prisas. Bienvenido de vuelta a casa.
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Migel Ángel Campano: "Isopel" (2006).
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En Ciudad de la Pintura podéis ver 91 obras de Campano, sobre todo de sus primeras etapas. Visitad también esta Web sobre el artista y leed está magnífica entrevista, en la que la periodista logra que el pintor nos deje claras algunas cuestiones básicas para entender su obra.

09 junio 2010

LOUISE BOURGEOIS

CONTAR LA PROPIA HISTORIA

Nadie que haya visitado alguna vez el Museo Guggenheim de Bilbao se habrá quedado indiferente al contemplar la monumental araña de bronce que, con el también sorprendente título de "Mamá", se encuentra en uno de los laterales del exterior del edificio.  Probablemente sea ésta una de las obras más conocidas de la escultora franco-norteamericana Louise Bourgeois, quien falleció hace unos días en Nueva York a la envidiable edad de 98 años, tras más de setenta de dedicación al arte.

Louise Bourgeois. Izquierda: "Mamá" (1999). Bilbao. Derecha: "Piernas" (1986).


Louise Bourgeois. Izquierda: "Quarantania-1" (1947-53). Houston, EE.UU. Derecha: "Amoeba" (1963-65). Londres.

Bourgeois concluyó a los 21 años sus estudios de Bellas Artes en París, contando con la gran suerte de tener entre sus profesores a Fernad Leger quien pese a darle clases de pintura le recomendó que se dedicase a la escultura. En 1938 se trasladó a los Estados Unidos, donde estableció su residencia prácticamente de manera definitiva. En Nueva York amplió su formación artística e inició también su trabajo como escultora, vinculándose a los círculos más vanguardistas de la ciudad. De este modo, participó en el llamado grupo de "Los dieciocho irascibles", al que también perteneció Mark Rothko: un colectivo unido en torno a la protesta sobre la política expositiva del Metropolitan Museum de la ciudad, al que reclamaban la inclusión de arte moderno entre sus colecciones.
Louise Bourgeois. Izquierda: "Ojos" !982). Nueva York. Derecha: "Mujer espiral" (2003). Nueva York.

Desde aquellas experiencias de los años cincuenta del pasado siglo Burgeois fue tejiendo (quizás, nunca mejor dicho) su trayectoria como escultora mediante la producción de obras que, según ella misma señalaba, estaban enraizadas en sus propias experiencias de la infancia y en determinados recuerdos (no siempre amables) de su vida familiar, siempre con la intención última de facilitar el olvido de tales hechos. ¡Curiosa situación ésta!, prácticamente imposible: la artista deseaba olvidar... dejando una obra consistente y duradera.

Obviamente, en una carrera tan dilatada en el tiempo, Louise Bourgeois atravesó diversas etapas: en sus primeras obras parece estar cerca de los planetamientos del movimiento surrealista, que fueron sustituidos en los años 50 por los característicos del expresionismo abstracto de la Escuela de Nueva York, con muchos de cuyos más destacados representantes compartió amistad. De esa época son sus conocidos tótems de acusada verticalidad. En la década siguiente se aproximó a las tendencias abstractas y, poco después inició su particular ajuste de cuentas con el pasado en obras como sus famosas "guaridas" y "células". Pero quizás fueron las grandes arañas de los años 90 las que más difusión aportaron a su obra, justamente cuando la crítica había ya reconocido su valía artística. Todo ello sin que olvidemos que también realizó instalaciones en las que conjugaba los elementos más dispares.

En fin el empleo de los materiales más diversos, el recurso a formas expresivas muy diferentes y la afirmación implícita en sus obras de que el arte debe basarse en los propios elementos autobiográficos quizás sean las características de esta artista singular que colocaba esa gigantesca escultura en Bilbao cuando se acercaba ya a los noventa años y necesitaba llamarla "Mamá". Toda una declaración de intenciones. A fin de cuentas ella misma lo dejó claramente dicho; "cuenta tu propia historia".

Louise Bourgeois: "Arco de Hystheria" (1993).

Sobre la artista podéis leer este texto: "decir lo que no se puede decir" y este libro en PDF quer vincula su práctica al feminismo. Además, en la Web de la Tate Modern podéis seguir la exposición que le dedicaron allí hace unos años, con abundantes fotos.

04 junio 2010

ANÚNA

MÚSICA CORAL CELTA

Si tenéis prisas, no leáis este texto ni os detengáis a ver el vídeo que se incluye más abajo. Escribimos ahora de uno de los grupos más originales de la música celta: el coro irlandés Anúna. Se trata de una formación verdaderamente multiforme, creada por Michael McClynn en 1987 y que adquirió su nombre actual cuatro años después. Y es exactamente eso: un grupo coral que trabaja de manera casi exclusiva la música a capella, a la que sólo en contadas ocasiones se acompaña de algún instrumento, siempre con una importancia secundaria.

Una trayectoria que cuenta ya con más de quince discos que la avalan. Anúna incluye en su repertorio tonadas celtas de distintas épocas (algunas de las cuales se remontan al siglo XIII) a las que hace los arreglos necesarios para llevarlas a su visión absolutamente coral de la música. 

Según sea la melodía a interpretar el número de cantantes varía sustancialmente y aunque el propio grupo anuncia en su Web que de forma habitual participan en él entre doce y catorce personas, no es extraño encontrar formaciones más reducidas y, por el contrario, otras  con muchos más componentes. Unas veces el protagonismo absoluto recae en las voces femeninas, mientras que otras toman el relevo las masculinas. Hay también, obviamente, interpretaciones mixtas. Algunos de sus miembros, además, desarrollan simultáneamente carreras independientes dentro de la música con absoluta flexibilidad.

Por otra parte, es evidente que Anúna cultiva una determinada imagen de grupo, que tiene algo de místico y de evocador al mismo tiempo de épocas remotas. La disposición de sus componentes en el escenario, las luces, las vestimentas empleadas o los elementos complementarios, como la velas, son ejemplos de lo que decimos, siempre en un contexto de absoluta sobriedad. Pero mejor que oigáis al grupo. Se trata de una recopilación de algunas de sus más conocidas canciones. Sólo hay voces, pero merece verdaderamente la pena.

Aquí tenéis la página oficial de Anúna y este es el blog personal de su fundador y director.

 

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