A finales del siglo XIX la arquitectura europea daba ciertos signos de agotamiento. Los modelos vigentes se mantenían anclados en el neoclasicismo o se afianzaban en las corrientes historicistas, que buscaban desarrollar un arquitectura basada en los patrones de los diversos estilos que se habían sucedido en el continente. En este contexto, surgirá entonces una nueva corriente arquitectónica que supone un rechazo radical a tales planteamientos y una apuesta decidida por valores modernos que permitan a la arquitectura recobrar su creatividad.Víctor Horta: "Vidriera en la casa Tassel" (1892-93). Bruselas.
Aquí, en España, esta nueva corriente recibe el nombre de Modernismo pero es conocida con diversas denominaciones en los distintos países europeos: Art Nouveau en Bélgica y Francia, Secesión en Austria, Jugendstil en Alemania, Floreale en Italia o Modern Style en Inglaterra. Da igual, el nombre es lo de menos. Lo que importa es que, con pequeñas matizaciones, encontramos en todos esos países una serie de arquitectos cuyas obras comparten determinadas características: el empleo de formas que permitan la libertad expresiva del artista, el interés manifiesto a romper con el pasado, una cierta preferencia por las líneas curvas (que veremos en muchos elementos de los edificios) y, finalmente, el recurso a las artes decorativas y aplicadas para completar la apariencia final de la construcción.
Dados la fecha de su aparición y el contexto en el que surgió, el modernismo es una manifestación artística que debemos relacionar con el creciente triunfo de las burguesías en Europa occidental, lo que explica igualmente el recurso habitual a los avances técnicos que las revoluciones industriales han consolidado.Los primeros impulsos de la arquitectura modernista podemos localizarlos en Bélgica, con las obras de Henri van de Velde (1863-1957) y, sobre todo, de Víctor Horta (1861-1947). Ambos mostraron un acusado interés por la edificación concebida desde una perspectiva global. Para ellos, la labor del arquitecto no ha de reducirse exclusivamente a levantar el edificio; su diseño completo es también tarea suya. Los elementos no estructurales y los decorativos e incluso el amueblamiento pueden formar parte del trabajo arquitectónico.
En paralelo a la obra de ambos belgas, el modernismo se difunde por Europa de la mano de arquitectos como Charles Rennie Mackintosh (1868-1928) en Escocia, Otto Wagner (1841-1918) en Austria o Hector Guimard (1867-1942) en Francia, sin olvidarnos de la importante aportación que, desde Cataluña, efectúa Antonio Gaudí (1852-1926). En la mayor parte de los casos,
encontramos en todos ellos esa tendencia a la complicación de las formas, el gusto por las decoraciones complejas que con frecuencia se inspiran en temas vegetales, el sentido dinámico de los edificios y el recurso a materales diversos, desde los más modernos, como el hierro fundido o el hormigón, hasta los tradicionales, como la madera o el cristal. pero siempre con una gran libertad compositiva, que permita al arquitecto expresarse como el artista que es.



2 comentarios:
diseño por excelencia hermando con artesanía, ¿no ves muchos puntos en común con la Bauhaus?.
Hola, Isobel: conforme tu lo planteas, la semejanza existe, pero sólo en eso que señalas: diseño y artesanías. Aunque luego los planetamientos vayan por caminos muy distintos. Gropius y Horta están bien separados. Y no digamos Mies. me quedo con la Bauhaus.
Saludos cordiales
JDC
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