EL RETABLO CERÁMICO DE TENTUDÍA
Las vueltas que da la vida. Esto pensaba hace unos días delante del retablo de azulejos que Niculoso Francisco Pisano realizó en 1518 para el monasterio de Tentudía, en Calera de León (Badajoz). Un artista nacido en Pisa o en alguna localidad próxima (como bien nos indica el calificativo añadido a su propio nombre) en pleno auge del renacimiento italiano y que, sin embargo, acabó trasladándose a Sevilla en una fecha incierta de finales del siglo XV, probablemente atraído por las posibilidades que ofrecía una ciudad que comenzaba a monopolizar el comercio con América.
¿Dónde iría a instalarse un italiano formado en su país en las más modernas técnicas de la cerámica? Con bastante lógica, Pisano se asentó en el barrio de Triana, que durante siglos había sido el principal núcleo alfarero de la ciudad. Allí abrió su propio taller (excavado hace unos años) y comenzó a difundir su estilo, que alcanzaría en breve plazo gran reconocimiento, sobre todo entre los miembros de las clases altas de la sociedad hispalense, conocedores de las novedades originadas en Italia. Desde aquel taller, del que acabaron forrmando parte numerosos aprendices, Pisano fue integrándose en los círculos de la ciudad y asumiendo muchas de sus costumbres. En ella se casó por dos veces, tuvo hijos; aquí murió. Que se sepa, jamás regresó a su Italia natal.
¿Qué técnica novedosa traía Pisano a Sevilla que en poco tiempo le permitió alcanzar el éxito artístico? Casi podría decirse que en una ciudad en la que las producciones azulejeras estaban enraízadas en las tradiciones mudéjares, el estilo del artista italiano supuso toda una revolución.
Frente a las técnicas tradicionales (alicatado, cuerda seca, etc.) Niculoso introdujo el llamado azulejo plano policromado, al que a veces se da también su propio nombre: azulejo pisano. Se parte de una pieza cerámica cuadrangular a la que, una vez secada simplemente al sol, se le aplica el dibujo deseado a partir de un calco, tras lo cual se lleva al horno dos veces sucesivas, hasta dejar completamente fijados los colores.
Frente a las técnicas tradicionales (alicatado, cuerda seca, etc.) Niculoso introdujo el llamado azulejo plano policromado, al que a veces se da también su propio nombre: azulejo pisano. Se parte de una pieza cerámica cuadrangular a la que, una vez secada simplemente al sol, se le aplica el dibujo deseado a partir de un calco, tras lo cual se lleva al horno dos veces sucesivas, hasta dejar completamente fijados los colores.
La primera obra conocida de Niculoso Pisano en Sevilla data de 1503, pero la que ahora me ocupa es ya de 1518. Como reseñé en el artículo anterior, fue encargada para conmemorar el prodigioso hecho de la batalla de Tentudía. Tengo ante mi un enorme retablo de azulejos formado por 640 piezas y que alcanza 3,4 metros de alto por 2,6 de anchura. Pisano distribuyó tan amplio espacio en tres calles. Las laterales divididas en tres cuerpos, mientras que sólo hay uno en la central, rematado por un Calvario a cuyos pies se simula una hornacina bajo dosel sostenido por ángeles, que queda a su vez enmarcado por el tema del árbol de Jessé. Los laterales del retablo y el banco se decoran con grutescos variados.
Las escenas principales del conjunto hacen alusión a la vida de María, pero en los cuerpos inferiores el ceramista reflejó dos retratos más mundanos: el de Pelay Pérez Correa, a la izquierda, y el de Juan Riero, el canónigo que encargó la obra, a la derecha; ambos se encuentran arrodillados en actitud de orar.
Pero es que hay más cosas que admirar aquí: el rico colorido de las piezas, las alabanzas a Dios (Laus Deo), los bucráneos... Una obra que pese a basarse en un programa iconográfico de clara intención didáctica no desprecia los elementos más cultos, característicos de la mentalidad renacentista. Sí, Pisano murió sevillano, pero jamás olvidó sus raíces italianas. Es más, debió sentirse orgulloso de sus realizaciones y de lo que había conseguido cambiando de país. Su mentalidad anunciaba ya tiempos nuevos, los mismos que permitían al artista citarse en la obra a sí mismo como autor: NICULOSUS PISANUS ME FECIT A. D. 1518.
En esta Web, "retablo cerámico", tenéis información sobre Niculoso Pisano, acompañada de excelentes fotografías. Más datos en esta página de Calera de León. Leed también este breve texto sobre alicatados y azulejos andaluces y seguid, si os apetece, este itinerario azulejero. Como otras veces, las fotos de detalle de las escenas del retablo corresponden a Pablo Moriña que me acompañó a la visita con los otros magníficos viajeros.
Contemplando este magnífico retablo la vista se me va constantemente de un lado a otro y de arriba a abajo. Me recreo en los pequeños detalles, en los elementos decorativos, en los escudos heráldicos o en las cartelas con textos que tratan de explicar las escenas. Pero, sobre todo, me asombra cómo Pisano resulta claramente influido por los avances logrados en la pintura italiana del Quattrocento: los elementos arquitectónicos, los fondos paisajísticos o el manejo de la perspectiva lineal para dar más profundidad a las escenas, Sin embargo, la organización de los temas recuerda aportaciones procedentes de Francia y Centroeuropa.
Pero es que hay más cosas que admirar aquí: el rico colorido de las piezas, las alabanzas a Dios (Laus Deo), los bucráneos... Una obra que pese a basarse en un programa iconográfico de clara intención didáctica no desprecia los elementos más cultos, característicos de la mentalidad renacentista. Sí, Pisano murió sevillano, pero jamás olvidó sus raíces italianas. Es más, debió sentirse orgulloso de sus realizaciones y de lo que había conseguido cambiando de país. Su mentalidad anunciaba ya tiempos nuevos, los mismos que permitían al artista citarse en la obra a sí mismo como autor: NICULOSUS PISANUS ME FECIT A. D. 1518.
En esta Web, "retablo cerámico", tenéis información sobre Niculoso Pisano, acompañada de excelentes fotografías. Más datos en esta página de Calera de León. Leed también este breve texto sobre alicatados y azulejos andaluces y seguid, si os apetece, este itinerario azulejero. Como otras veces, las fotos de detalle de las escenas del retablo corresponden a Pablo Moriña que me acompañó a la visita con los otros magníficos viajeros.