30 mayo 2010

NICULOSO PISANO

EL RETABLO CERÁMICO DE TENTUDÍA

Las vueltas que da la vida. Esto pensaba hace unos días delante del retablo de azulejos que Niculoso Francisco Pisano realizó en 1518 para el monasterio de Tentudía, en Calera de León (Badajoz). Un artista nacido en Pisa o en alguna localidad próxima (como bien nos indica el calificativo añadido a su propio nombre) en pleno auge del renacimiento italiano y que, sin embargo, acabó trasladándose a Sevilla en una fecha incierta de finales del siglo XV, probablemente atraído por las posibilidades que ofrecía una ciudad que comenzaba a monopolizar el comercio con América.

¿Dónde iría a instalarse un italiano formado en su país en las más modernas técnicas de la cerámica? Con bastante lógica, Pisano se asentó en el barrio de Triana, que durante siglos había sido el principal núcleo alfarero de la ciudad. Allí abrió su propio taller (excavado hace unos años) y comenzó a difundir su estilo, que alcanzaría en breve plazo gran reconocimiento, sobre todo entre los miembros de las clases altas de la sociedad hispalense, conocedores de las novedades originadas en Italia. Desde aquel taller, del que acabaron forrmando parte numerosos aprendices, Pisano fue integrándose en los círculos de la ciudad y asumiendo muchas de sus costumbres. En ella se casó por dos veces, tuvo hijos; aquí murió. Que se sepa, jamás regresó a su Italia natal.

¿Qué técnica novedosa traía Pisano a Sevilla que en poco tiempo le permitió alcanzar el éxito artístico? Casi podría decirse que en una ciudad en la que las producciones azulejeras estaban enraízadas en las tradiciones mudéjares, el estilo del artista italiano supuso toda una revolución.

Frente a las técnicas tradicionales (alicatado, cuerda seca, etc.) Niculoso introdujo el llamado azulejo plano policromado, al que a veces se da también su propio nombre: azulejo pisano. Se parte de una pieza cerámica cuadrangular a la que, una vez secada simplemente al sol, se le aplica el dibujo deseado a partir de un calco, tras lo cual se lleva al horno dos veces sucesivas, hasta dejar completamente fijados los colores.

La primera obra conocida de Niculoso Pisano en Sevilla data de 1503, pero la que ahora me ocupa es ya de 1518. Como reseñé en el artículo anterior, fue encargada para conmemorar el prodigioso hecho de la batalla de Tentudía. Tengo ante mi un enorme retablo de azulejos formado por 640 piezas y que alcanza 3,4 metros de alto por 2,6 de anchura. Pisano distribuyó tan amplio espacio en tres calles. Las laterales divididas en tres cuerpos, mientras que sólo hay uno en la central, rematado por un Calvario a cuyos pies se simula una hornacina bajo dosel sostenido por ángeles, que queda a su vez enmarcado por el tema del árbol de Jessé. Los laterales del retablo y el banco se decoran con grutescos variados.

Las escenas principales del conjunto hacen alusión a la vida de María, pero en los cuerpos inferiores el ceramista reflejó dos retratos más mundanos: el de Pelay Pérez Correa, a la izquierda, y el de Juan Riero, el canónigo que encargó la obra, a la derecha; ambos se encuentran arrodillados en actitud de orar.

Contemplando este magnífico retablo la vista se me va constantemente de un lado a otro y de arriba a abajo. Me recreo en los pequeños detalles, en los elementos decorativos, en los escudos heráldicos o en las cartelas con textos que tratan de explicar las escenas. Pero, sobre todo, me asombra cómo Pisano resulta claramente influido por los avances logrados en la pintura italiana del Quattrocento: los elementos arquitectónicos, los fondos paisajísticos o el manejo de la perspectiva lineal para dar más profundidad a las escenas, Sin embargo, la organización de los temas recuerda aportaciones procedentes de Francia y Centroeuropa.

Pero es que hay más cosas que admirar aquí: el rico colorido de las piezas, las alabanzas a Dios (Laus Deo), los bucráneos... Una obra que pese a basarse en un programa iconográfico de clara intención didáctica no desprecia los elementos más cultos, característicos de la mentalidad renacentista. Sí, Pisano murió sevillano, pero jamás olvidó sus raíces italianas. Es más, debió sentirse orgulloso de sus realizaciones y de lo que había conseguido cambiando de país. Su mentalidad anunciaba ya tiempos nuevos, los mismos que permitían al artista citarse en la obra a sí mismo como autor: NICULOSUS PISANUS ME FECIT A. D. 1518.

En esta Web, "retablo cerámico", tenéis información sobre Niculoso Pisano, acompañada de excelentes fotografías. Más datos en esta página de Calera de León. Leed también este breve texto sobre alicatados y azulejos andaluces y seguid, si os apetece, este itinerario azulejero. Como otras veces, las fotos de detalle de las escenas del retablo corresponden a Pablo Moriña que me acompañó a la visita con los otros magníficos viajeros.

23 mayo 2010

EL MONASTERIO DE TENTUDÍA

DETENIENDO EL SOL EN SU CAMINO

Imaginemos por un momento una situación del todo imposible: estamos combatiendo con nuestro ejército contra un poderoso enemigo y parece que la suerte va decantándose de nuestro lado. Pero tenemos un elemento en nuestra contra: no podemos combatir en la oscuridad y la noche ya se nos viene encima, de modo que la victoria corre un serio peligro.

Así que en esta tesitura nos encomendamos a la Virgen María y le solicitamos que detenga el recorrido del sol en su camino hacia el ocaso, que alargue el día hasta que hayamos vencido en el combate. La Virgen se apiada de nosotros y, finalmente, podemos saborear nuestro triunfo.

Cuenta la leyenda que una cosa así le sucedió al gran maestre de la Orden de Santiago Pelay Pérez Correa hacia 1247, luchando contra los musulmanes en las montañas de la Sierra Morena del sur de Extremadura, cerca de la localidad de Calera de León (Badajoz), cuando la corona castellana, en manos de Fernando III, se disponía ya a afrontar la reconquista del bajo valle del Guadalquivir, que se remataría con la toma de Sevilla en 1248. La encomenación a la Virgen, bajo la fórmula de "Santa María, detén tu día", surtió el milagroso efecto y el maestre pudo acabar aquella jornada disfrutando de su victoria sobre los musulmanes.

No querría, desde luego, el maestre santiaguista que un milagro así, y su propia victoria, quedasen en el olvido. De modo que para conmemorar tan excepcional acontecimiento dispuso la construcción de una ermita en el punto más elevado de aquellas montañas, a 1104 metros de altitud. Curiosamente, no faltan historiadores que estiman que la leyenda es muy posterior a la muerte del maestre, ocurrida en 1275, ya que no debió surgir hasta bien entrada la primera mitad del siglo XIV. No obstante, la construcción de una iglesia en la segunda mitad del siglo XIII es cosa segura: aparece citada en las cantigas de Alfonso X. Además, allí están depositados los restos de Pérez Correa, trasladados a este lugar a comienzos del siglo XVI.

Para entonces el primitivo edificio mudéjar había experimentado una considerable transformación, en el mismo estilo, al objeto de convertirlo en un monasterio santiaguista, levantado en mampostería y ladrillo. A la iglesia de tres naves se le añadieron en la cabecera sendas capillas funerarias laterales, levantadas con bóvedas de arista sobre trompas, en las que se dispusieron enterramientos de algunos maestres de la orden. A comienzos del siglo XVI se adosó al templo un pequeño claustro mudéjar de ladrillo, con aljibe central y organizado en dos alturas. El ritmo compositivo se confía a la diferencia en el tipo de arcos (de medio punto peraltado en la planta baja y escarzanos en la superior) y a su variación en número (cuatro abajo y cinco arriba, todo ellos con alfiz). En ambos casos los soportes son pilares octogonales.


En época más tardía aún se rehizo la iglesia, hasta darle su actual aspecto de una única nave, cubierta con bóveda de cañón. Sin embargo, se respetó la cabecera, con lo que las capillas laterales, que sorprenden por su amplitud, quedaron inalteradas. En el presbiterio se encargó un retablo de azulejería, que llevó a cabo el famoso ceramista Niculoso Francisco Pisano. Pero esta obra es digna de un texto en exclusiva. Lo dejamos para mañana, porque ya el sol ha llegado al final de su recorrido y a diferencia de lo que ocurrió en Tentudía, aquí no se detiene y desaparece en el horizonte. Los milagros no son cosa cotidiana.

En esta página sobre Calera de León hallaréis informaciones e imágenes sobre el monasterio de Tentudía, al igual que en esta otra. Ved también esta ficha del centro Virtual Cervantes. Por último, debéis saber que Pérez Correa era portugués. Sobre él, y sobre otros como él que trabajaron para la corona de Castilla, mi maestro Miguel Ángel Ladero, (a quien rindo homenaje) escribió este texto: "Portugueses en la frontera de Granada", descargable aquí en PDF.

18 mayo 2010

YVES TANGUY

EL SURREALISMO ORGÁNICO

Sabemos que la dedicación al Arte se basa muchas veces en cuestiones de carácter emocional; que los artistas, además de poseer ciertas destrezas de las que carece el común de los mortales, se ven abocados a la creación porque un impulso no del todo definible los lleva a ello. Pues bien, de esta situación es un claro exponente la anécdota que se cuenta de Ives Tanguy (1900-1955). Cuando tenía 23 años de edad vio un día, de repente, un cartel en el que se mostraba una obra de Giorgio de Chirico. Sintió entonces la necesidad de dedicarse por completo a la pintura, cosa que, efectivamente, pudo hacer durante el resto de su vida.

Yves Tanguy. Izquierda: "Mamá, papá está herido" (1927). Nueva York. Derecha: "El jardín sombrío" (1928). Düsseldorf.

Asombrosamente, hasta ese momento la vida de Tanguy no había tenido apenas nada que ver con la pintura. Nacido en la Bretaña francesa, trabajó como marino, viajó por el mundo y realizó el servicio militar. A su regreso, instalado en París en 1922, realizó algunos dibujos que podemos relacionar con el fauvismo y el expresionismo, pero nada hacia presagiar esa radical decisión que adoptaría poco tiempo después. Jamás había asistido a una clase de arte o de pintura. He aquí el caso de una vocación por completo autodidacta que surge de repente y que marca un nuevo destino en la vida.

Yves Tanguy. Izquierda: "El sol en su joyero" (1937). Venecia. Derecha: "Mañana" (1938). Zurich.
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Poco después de haber adoptado esa decisión, Tanguy toma contacto, a través de algunos amigos, con los círculos surrealistas que comenzaban a destacar en el ambiente de las vanguardias de la época. Tres años más tarde podemos considerar que el nuevo pintor ha logrado cuajar, dentro de esa corriente artística, un estilo propio caracterizado por mostrarnos paisajes oníricos en los que el mar está muchas veces presente, evocando de esta manera los recuerdos de su infancia. Pero esos paisajes se pueblan de seres imposibles, de elementos orgánicos inclasificables, de biomorfos puramente abstractos con los que Tanguy da rienda suelta a todas sus fantasías.

Yves Tanguy: "Multiplicación de los arcos" (1954). Nueva York.

En todos esos cuadros, un silencio inquietante parece haberse adueñado de la escena, apoyando la idea de que, tal vez, no nos muestren en realidad los paisajes naturales que en primera instancia creemos ver, sino esos otros paisajes de la mente en los que, pese a que adivinamos formas y seres concretos, nos resulta casi imposible descifrar su significado. Un surrealismo orgánico que tiene mucho de abstracto, pese a la abundancia de elementos figurativos que el pintor pone ante nuestra mirada.

En 1946 Tanguy emigró a los Estados Unidos y se instaló allí de manera definitiva, hasta el punto de acabar adquiriendo la nacionalidad norteamericana. Y en aquel país murió en 1955, pintando esas naturalezas muertas de la mente, como había decidido de manera irracional un lejano día hacía ya 22 años. Fidelidad a la vocación. 
En esta revista electrónica podéis leer un texto sobre "lo que es y está en la obra de Tanguy". Ved más obras del artista en la Galería de Olga y a través de los enlaces de la Artciclopedia.

11 mayo 2010

EL CASTILLO DE NOUDAR

AISLADO DE TODO Y DE TODOS

Ha brotado ya la primavera en los campos del Alentejo portugués, esa tierra perdida en el sur del país, tan alejada de las grandes rutas turísticas que el viajero puede desenvolverse por ella sin sentir la presión de la multitud que todo lo invade. Donde todavía es posible sorprenderse con pequeños detalles inalterados al paso de los siglos y con joyas artísticas que no viene a visitar casi nadie. Regreso otra vez al Alentejo, como he hecho tantísimas veces desde que hace ya muchos años descubrí la belleza insuperable de sus puestas de sol y esa casi mágica combinación de extensos bosques de encinas con planicies donde se siembran cereales y crecen viñas. Vuelvo ahora, en la mejor de las compañías, mientras una inmensa explosión de colores envuelve nuestro viaje, como si la naturaleza quisiera transmitirnos que ella  sola se basta y se sobra para componer el más brillante de los lienzos impresionistas.

He retornado a Noudar, el viejo castillo aislado de todo y de todos, en el mismo confín de la raya portuguesa, esa línea trazada en los mapas que quiso separar durante siglos e inútilmente la frontera entre España y Portugal. Donde se desarrollaron enfrentamientos y hasta guerras por lo que aquí llamaron los Pleitos de la Contienda.

Así que las divisiones administrativas confirman que este castillo pertenece al término municipal de Barrancos, aunque esté alejado de él más de diez kilómetros. Sin embargo, aupado en lo alto de la torre del homenaje, mi vista no halla razones para tanta delimitación: en medio de un inmenso mar de encinas y prados florecidos, los cursos serpenteantes de los ríos Múrtiga y Ardila logran confundirme hasta llegar a la conclusión del sinsentido de las delimitaciones fronterizas, máxime en una tierra de gentes pobres, obligadas por la historia y el hambre al menudeo del contrabando de café y otros productos de escaso valor, imprescindibles para mejorar aunque fuese ínfimamente sus maltrechas economías domésticas.

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Noudar es un topónimo de etimología incierta, al igual que sucede con sus mismos orígenes. Probablemente hubo aquí un asentamiento islámico que debió pasar, a fines del siglo XII, a manos portuguesas que reconquistaron este territorio aprovechando la crisis del imperio almohade. Más tarde mudó temporalmente de dueño, al entrar en posesión de Castilla hasta que en 1283 Alfonso X donó la fortaleza a su hija Beatriz, casada con el rey portugués Alfonso III. Ya casi acababa el mismo siglo cuando el rey D. Dinis concedió fuero a la población y la entregó a la Orden de Avis, lo que viene a demostrar que poseía ya entonces cierta importancia.

Mientras recorro de un lado a otro las murallas de Noudar y me pierdo entre sus ruinas, recuerdo cómo aquel monarca portugués trató de impulsar la repoblación de la villa. Estando como estaba frente a frente a tierras de Castilla no debía resultar atractiva para posibles repobladores. Así que el monarca la convirtió en el primer coto de homiciados del país: quienes acudieran a instalarse en el lugar quedarían exentos de las penas de las que fuesen acreedores por los delitos cometidos, pasado un tiempo de su asentamiento allí, en la misma frontera, teniendo a escasos metros la siempre amenazante presencia castellana.

Debió ser en época de ese mismo rey cuando Noudar adquirió las trazas que ahora puedo apreciar desde lo alto de sus torres: una planta cuadrangular muy irregular, de casi una hectárea de extensión amurallada que queda sectorizada por  diez torreones macizos; con una alcazaba interior presidida por una poderosa torre del homenaje cuadrada que se eleva hasta los dieciocho metros de altura y conserva aún en su planta superior una cisterna que ahora casi rebosa de agua. De la arquitectura gótica de Noudar apenas queda nada: un simple arco apuntado en la cara externa de la puerta principal de acceso al castillo. La iglesia de la villa, hoy muy mutilada, es ya una construcción de época barroca.

Descanso un rato en una de las escasas viviendas restauradas de Noudar y me asombra que aún en 1704 donde estoy ahora viviese una población de casi 400 vecinos y que fuesen todavía casi 200 cuarenta años más tarde. En esas fechas podemos establecer, ya sin solución de continuidad, la decadencia de esta fortificación fronteriza, rematada con una epidemia de cólera morbo que en 1855 debió diezmar a los escasos habitantes que allí quedasen.  Años después, el estado portugués iniciaba un proceso de venta del castillo en pública subasta, que quedó finalIzado en 1910. Y así  estuvo Noudar en manos particulares, hasta que en 1997, ya completamente arruinado, volvió a propiedad pública.

Siempre que visito un castillo me cuesta trabajo abandonar sus muros. Más aún aquí por múltiples razones. Casi todo lo que he vuelto a contemplar son ruinas, pero los restos mínimos que vemos nos permiten evocar e imaginar; recrear la vida que esta población debió tener antaño; dar rienda suelta a nuestra imaginación al reflexionar sobre cómo sería la dura existencia de quiénes hasta aquí llegaron tratando de huir de sus propios delitos. Pero, por otra parte, ya es primavera en Noudar: los ríos bajan llenos de agua y desde las torres casi puede escucharse su murmullo; miles de flores tapizan el suelo hasta donde nuestra mirada alcanza a contemplar. No. Ninguno de los que hasta aquí hemos llegado queremos irnos. Y cuando finalmente lo hacemos creo que compartimos en silencio la misma idea: habrá que volver. Tomara: así es como se dice ojalá en portugués.

Sobre Noudar podéis leer la información que ofrece la Wikipedia en portugués, así como la excelente ficha básica contenida en la página del IPPAR.

07 mayo 2010

COMPOSICIÓN EN GRIS Y NEGRO

SOBRE "LA MADRE" DE WHISTLER

Hay obras que uno, por la razón que sea, no olvida jamás; que se te vienen una y otra vez a la memoria porque en su día te sorprendieron y no han perdido esa capacidad. Obras cuyo recuerdo te acompaña toda la vida sin que seas capaz de explicar las razones de esa situación. Eso es lo que me pasa exactamente con este cuadro que vi por primera vez hace ya tantos años que casi ni me acuerdo, en mi primera visita a París, cuando coincidían de una parte la juventud y de otra los deseos de dejar atrás (aunque fuese por unos días) el grisáceo panorama de una España que trataba de salir a duras penas de la noche de una larga dictadura.

Allí estaba este cuadro, con su título más musical que pictórico: "Arreglo en gris y negro nº 1", una obra de mediano tamaño pintada al óleo sobre lienzo por el artista norteamericano James Whistler en 1871, justo en los días en los que el impresionismo daba  sus últimos pasos para salir a la pública contemplación. Con esos pintores se relaciona a Whistler, quien pasó gran parte de su vida en Europa, saltando de Londres a París y logrando mantener siempre un sello muy personal en su producción pictórica.

En el conjunto de esa producción, este cuadro, conocido también (es casi obvio decirlo) como "retrato de la madre del artista" alcanza sin duda alguna el lugar más destacado. Porque, ¿cómo se enfrenta un pintor al hecho de retratar a su madre? No son demasiado abundantes los ejemplos, tal vez porque hacer un retrato así le lleve a uno, en las sesiones de posado, a evocar su propia vida, a ajustar cuentas con el pasado, a diluirse en definitiva en los recuerdos que la presencia de la madre evoca. Sin embargo Whistler da en esta obra varias lecciones a la vez. Fijaos cómo resuelve la complicada papeleta. Con una pintura que se acerca a la monocromía, desenvolviéndose entre el negro y el gris y jugando con la simplicidad de los volúmenes. En fin, una señora de negro mostrada de perfil en una habitación de la que sólo alcanzamos a ver el muro del fondo, en parte cubierto por una cortina oscura.

La señora está en completa soledad y parece concentrada en sus propios pensamientos, al parecer ajena a todo cuanto le rodea. Da exactamente igual que vista de riguroso negro y que únicamente un tocado blanco, la blusa que lleva bajo el traje y el pañuelo que sostiene en sus manos (todo un homenaje a la pincelada suelta de Velázquez) actúen como contraste. Porque acabamos contagiándonos de esa actitud reflexiva de la madre del pintor, de forma que la austeridad de la escena termina siendo compartida por nosotros, hasta tal punto que ni el paisaje del cuadro del fondo logra distraernos, ni nos inquieta el enigma del otro cuadro del que sólo alcanzamos a ver un fragmento.

Muchos creen que con esta obra Whistler no sólo rindió homenaje a su propia madre, sino que hizo toda una apología de la propia idea de la maternidad. Yo creo que fue capaz de hacer mucho más: con tan pocos elementos creó una atmósfera de una profundidad tal que logró lo  que pocas veces ocurre en un cuadro: que el observador comparta la escena y la interiorice, que la haga suya. Tan suya que, en  este caso, casi podría alargar el brazo y descorrer la cortina. Pero, ¿quién sería capaz de hacerlo si la escena es, en sí misma, perfecta? ¿Para qué trastocar nada si ni siquiera debe moverse el aire que inunda la composición? Equilibrio, austeridad y armonía. ¿Hace falta allgo más?

Leed en español más información sobre esta obra genial en la Web del Museo D´Orsay, que la custodia. Ddespués visitad esta interesante Web en inglés, dedicada por completo al arte de Mr. Whistler. 

03 mayo 2010

KIRCHNER

ABRIENDO PUENTES

En 1905 cuatro jóvenes estudiantes universitarios, residentes en la ciudad alemana de Dresde se reúnen con cierta frecuencia en la habitación alquilada que posee uno de ellos. Lo hacen para tratar de arte y de estética, para leer textos de poetas como Rimbaud y Verlaine y, en definitiva, para compartir aficiones y debatir puntos de vista sobre la pintura. Hacia el mes de junio de ese mismo año deciden dar un nombre al grupo que han formado. Tras varias dudas, optan por Die Brücke, "El Puente", con lo que, a fin de cuentas, cumplen un doble objetivo. Por un lado, rinden homenaje a la tradición alemana que representan artistas como Alberto Durero o Mathias Grünewald; por otro, hacen lo mismo respecto al escritor Nietzsche, quien en una de sus obras emplea ese término de puente para identificar la que consideraba la verdadera grandeza del ser humano.

E. L.  Kirchner: "Autorretrato como soldado" (1905). Oberlin, EE.UU.

En fin, estos cuatro jóvenes, a los que más adelante se unirían algunos otros, acababan de crear de esa manera tan informal uno de los dos grupos más importantes del expresionismo pictórico (el otro sería "El jinete azul"). Una idea bien propia de algunas de las vanguardias artísticas de comienzos del siglo XX: dar origen a un colectivo en base al hecho de compartir ciertos postulados comunes.

E. L. Kirchner: "Mujer sentada" (1910). Minneapolis, EE.UU.

El anfitrión del grupo (que luego acabaría celebrando sus reuniones en otros lugares) se llamaba Ernst Ludwig Kirchner (1880-1938) y había acudido a Dresde desde su Baviera natal para cursar estudios de arquitectura. Sin embargo, y aunque acabó obteniendo la titulación universitaria, su compromiso con el arte fue desde entonces prácticamente definitivo. Así, en los años anteriores al comienzo de la Primera Guerra Mundial encontramos a los miembros de El Puente participando en algunas exposiciones colectivas, a las que también acude, ¡cómo no! nuestro pintor. Además de un común interés por la xilografía, el objetivo de todos ellos es entonces tomar contacto directo con la naturaleza y trabajar, sobre este fondo, la figura humana, preferentemente a través del desnudo. Desde luego, recurren a lo que ahora consideramos característico del expresionismo: el empleo de colores violentos y el relativo desprecio por las formas y el dibujo, rehuyendo de todo academicismo.

E. L. Kirchner: "Bañistas en Moritzburg" (1909-1926). Londres.

En 1911 encontramos a Kirchner en Berlín, adonde han acudido también otros miembros del colectivo. Nuestro pintor crea allí una escuela privada de pintura, tratando de difundir el nuevo estilo, pero la cierra poco después en medio de un absoluto fracaso. Pero para ese momento los tiempos parecen acelerarse: en 1913, El Puente ya se ha diluido como grupo pictórico y cada uno de sus miembros busca la manera de definir un estilo personal. Esa breve pero intensa trayectoria del grupo la dejaría Kirchner recogida algo después en una Crónica de aquellos años iniciáticos, aunque muchas de sus reflexiones no fuesen compartidas por sus antiguos compañeros.

Pero en 1914 llega la esperada Primera Guerra Mundial y Kirchner acude voluntario a alistarse en el ejército. El desgarrador autorretrato de esa época (en el que aparece falto de una mano, hecho que nunca sucedió) nos confirma la situación anímica que debió atravesar el pintor en su breve experiencia militar. Breve, porque en 1915 una profunda crisis nerviosa lo apartaría del conflicto, haciendo necesario su traslado a diversas clínicas suizas de reposo  para lograr su recuperación. Cuando ésta llegó, el pintor no quiso abandonar el país, optando por vivir en el idílico ambiente de las montañas alpinas, reflejado en sus cuadros de la época, mientras sus obras comenzaban a ganar aceptación.

E. L. Kirchner: "Davos en verano" (1925). Davos, Suiza.

No cabe dudar de que esos fueron unos años felices para Kirchner, quien no obstante volvía de nuevo a caer en la melancolía cuando ya la sombra de la barbarie nazi comenzaba a extenderse por Alemania. De nuevo el tiempo se aceleraba para él: en 1937 más de 600 de sus obras fueron retiradas por los nazis de los museos alemanes y algunas de ellas tuvieron el honor de participar en la exposición sobre "arte degenerado" organizada por el Tercer Reich. En medio de tanta desgracia,Kirchner decidió poner fin a su vida y acabó suicidándose en 1938. No podemos dudar que tenía un gran amor al arte.

E. L. Kirchner. Izquierda: "Escena callejera en Berlín" (1913). Nueva York. Derecha: "Mujer bajo sombrilla japonesa". Dusseldorf. Alemania"

Precisamente en Davos (Suiza; sí, donde el famoso foro de los ricos e influyentes del mundo) existe un Museo consagrado a Kirchner. En su Web (casi todo en alemán) hay abundante información sobre el pintor. En español, podéis visitar esta página. Más datos en la Web de la Galería Nacional de Arte de Washington, que le dedicó una exposición en 2003.
 

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