02 marzo 2011

EL DESCENDIMIENTO DE SAN JUAN DE LAS ABADESAS

LA SOLEDAD DE SIETE FIGURAS EN GRUPO

Dentro de la plástica románica, son muy  escasos los grupos escultóricos realizados en bulto redondo los cuales, sin embargo, resultan abundantes en los relieves de los tímpanos de las iglesias. Como es sabido tales grupos (como en general toda la escultura y pintura románicas) servían, entre otras cosas, para adoctrinar al creyente, mostrándole escenas diversas del Antiguo y del Nuevo Testamento. No obstante, la escasez de obras de este tipo fue disminuyendo a lo largo de los siglos XI y XII, hasta tal punto que en la primera mitad del siglo XIII la elaboración de grupos escultóricos en bulto redondo era ya, hasta cierta medida, bastante habitual, en unos momentos en los que el Románico se aprestaba  a dejar paso a un nuevo estilo artístico: el arte gótico.

Superior, derecha e inferior, izquierda: "Descendimiento". Iglesia de San Joan de las Abadesas (Gerona). Hacia 1250.

De esta forma entre 1200 y 1250 aproximadamente encontramos una serie de obras a las que suele calificarse como propias del arte románico tardío, mientras otras veces se emplea la denominación de protogótico y otras, incluso, de gótico inicial. En su mayor parte se trata de conjuntos realizados en madera, concebidos  todavía para ser contemplados desde una visión frontal, mediante su colocación tras un altar. Este el caso del Descendimiento de San Juan de las Abadesas (Gerona), conservado en lo que fue un antiguo monasterio benedictino  (femenino entre los años 887  y 1017 y, desde este último año, entregado a la sección masculina de la orden. Del conjunto cenobítico (hoy parroquia) sólo quedan en pie la iglesia románica y y un claustro gótico fechado en el siglo XIV.

El Descendimiento que comentamos (también denominado en la comarca como el "Santísimo Misterio") se halla situado al inicio del ábside principal del templo, unos metros tras el altar mayor del mismo, actuando por tanto como si se tratase del retablo principal de la iglesia, justo en el momento en el que los retablos comenzaban a abrirse paso entre los gustos artísticos europeos. El grupo está formado por las siete figuras características de esta representación: el Crucificado junto a los dos ladrones; José de Arimatea y Nicodemo y, finalmente, la Virgen María y y el apóstol San Juan. Se estima que las figuras debieron tallarse hacia el año 1250, con la excepción del Buen Ladrón, Dimas, que resulta ser obra claramente posterior.

Pero fijémonos por un momento en cada una de la siete figuras que componen el grupo. Los dos ladrones, situados en los extremos, parecen dirigir sus miradas hacia el infinito, quizás ya derrotados por la crueldad de la propia forma de la pena de muerte. Jesús, situado en el centro, extiende su brazo derecho, ya desclavado de la cruz, hacia el sector de Dimas y la Virgen María. Hay aquí una cierta contradicción porque parece que Cristo extiende su propio brazo hacia su madre, cosa imposible, ya que dada la escena representada, está ya obviamente muerto. Por otra parte, Nicodemo y José de Arimatea se muestran completamente abstraidos en sus tareas, sin relación alguna entre ambos. E igual ocurre, para  finalizar, entre María, que alza sus brazos en actitud de dolor, y San Juan quien ya muestra su Evangelio sobre el brazo izquierdo, mientras el derecho se dispone doblado, para que la mano recoja su semblante, que se diría más adomercido que dolorido.

En definitiva, en este grupo escultórico es evidente la presencia de algunos rasgos que anuncian la llegada del arte gótico (mejora el estudio anatómico de los personajes, se termina la frontalidad rigurosa de ls figuras, que muestran en algunos casos ciertos atisbos de movimiento, etc.), pero son todavía muy destacados los elementos que corresponden al arte románico. El más destacado es sin duda el aislamiento de cada uno de los personajes de la representación: las siete figuras forman un grupo, pero más por su yuxtaposición que por la relación que entre ellas se establece, que resulta prácticamente nula pese a la emotividad del momento que se pretende describir. Comprobamos, por tanto, que casi siempre en el Arte los cambios de estilo no se producen de manera rápida y rotunda, sino como consecuencia de una cierta  evolución, de un movimiento que lleva a los artistas a indagar posibilidades de innovación y mejora. Es lo que llamamos, sencillamente, transición.

Sobre el Descendimiento de San Juan de las Abadesas podéis consultar la información de esta página de románico catalán. Hay una curiosa anécdota sobre la obra en esta otra Web de milagros eucarísticos.

Esperamos que con este texto Koyosan y Piturka se queden más tranquilas. Un abrazo a ambas.
 

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