ARQUITECTURA ROMANISTA EN EL RENACIMIENTO ESPAÑOL
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Pero sería en Granada donde Siloé lleva a cabo la obra que supone la definitiva consagración en nuestro país de la corriente romanista dentro de la arquitectura del Renacimiento. Me refiero, claro está, a la catedral de la ciudad, que Siloé concibe con una amplísima cabecera con deambulatorio y dotada de cúpula central y a cuyas naves proporciona una airosa altura al concebir los soportes en dos niveles, de forma que en el plano inferior se levantan unos estilizados pilares rematados por cubos de entablamento sobre los que se dispone un segundo nivel de pilares.
El éxito de las novedosas propuestas de Siloé fue rotundo y podría decirse que ya no le faltó trabajo el resto de sus días. Intervino también en las trazas de las catedrales de Málaga y de Guadix y fue además autor del proyecto de uno de los edificios emblemáticos del Renacimiento español, la Sacra Capilla del Salvador, en Úbeda. Y no se detuvo ahí. Siguiendo la vieja tradición paterna, Siloé se dedicó también a la escultura, sobre todo en sus primeros años en Burgos, aunque nunca abandonó este oficio familiar por el que parecía sentir una profunda afición. Su fama alcanzó a toda la España de la época, de manera que aquí y allá podemos encontrar esculturas realizadas en su taller granadino y luego trasladadas a lugares bien distantes.
Puedo imaginarme a aquel hombre que otorgaba testamento en un frío día de enero de 1563. Probablemente debería sentirse orgulloso de cuanto había realizado como artista. Es seguro que se acordaba entonces de su padre porque encarga en el documento varias misas a su memoria y a la de su madre. Pero, al mismo tiempo, cierta tristeza debía poseer su ánimo, porque Siloé deja anotado que "no tengo herederos legítimos, ascendientes ni descendientes". El viejo arquitecto sabía que con él concluía una tradición que tal vez se remontaba fuera de España alguna generación más. El hombre que trajo hasta aquí las formas de la arquitectura del Renacimiento no tenía hijos que siguieran su arte. Triste, sin duda.
Diego de Siloé: "martirio de San Juan Bautista" (1528). Valladolid.
Desde Úbeda, esta página nos proporciona una ficha sobre la vida y obra de Diego de Siloé, que podéis completar con la información que nos ofrece la Granadapedia. Por último, este texto en PDF detalla un buen ejemplo de su producción escultórica. Concluyo con el enlace al texto del testamento del artista.
El 15 de enero de 1563, en Granada, un hombre otorgaba testamento ante uno de los escribanos públicos de la ciudad. En el curioso documento afirmaba que se encontraba sano, pero que se encontraba "temiéndome la muerte, de la cual ninguna criatura puede escapar". Y como no le faltaba razón, la muerte acudió a su cita con él tan sólo unos meses después de la redacción de sus últimas voluntades. Por ellas sabemos que aquel hombre había gozado, según los parámetros de la época, de una amplia hacienda y que poseía una fortuna relativamente considerable. Dejando a un lado las cantidades asignadas a la celebración de numerosas misas por la salvación de su alma, el grueso de su patrimonio fue a parar a su viuda, ya que no tenía hijos, y a otros herederos, entre los que designó a algunas órdenes religiosas, dos de las cuales acabarían poco después entablando entre ellas un largo proceso, prolongado ¡hasta 1632!, que las enfrentaba por la administración de parte de aquel patrimonio.
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Superior e inferior. Diego de Siloé: "Catedral de Granada" (desde 1528). Vistas de las naves y cúpula central.
Ese hombre que, pese a su salud, presentía la proximidad de la muerte había dedicado prácticamente toda su vida a las labores artísticas, tanto arquitectónicas como escultóricas y ahora, a su 68 años, ponía negro sobre blanco los réditos de su labor. Se llamaba Diego de Siloé (1495-1563) y había nacido en la ciudad de Burgos, aunque más de media vida la pasó en la de Granada, donde acudió sin duda atraído por la magnitud de posibilidades que se abrían para un artista de su categoría en una ciudad que tras su reciente reconquista a los musulmanes necesitaba ser recristianizada mediante la construción de nuevos edificios religiosos.
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Su padre fue el famoso Gil de Silóe, uno de los más renombrados escultores del último gótico español. Sin embargo, su hijo trabaja ya dentro de la corriente renacentista: en su juventud realiza un viaje a Nápoles y a su regreso se muestra impregnado por completo de las novedades estéticas que había podido observar en Italia. De ese aprendizaje dejó muestras en su Burgos natal, donde levantó la famosa Escalera Dorada de la catedral de la ciudad, con una novedosa organización en tramos que salvan los dsniveles del terreno en el que se asienta el edificio.
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Diego de Siloé: "Escalera Dorada" (1519). catedral de Burgos..
Pero sería en Granada donde Siloé lleva a cabo la obra que supone la definitiva consagración en nuestro país de la corriente romanista dentro de la arquitectura del Renacimiento. Me refiero, claro está, a la catedral de la ciudad, que Siloé concibe con una amplísima cabecera con deambulatorio y dotada de cúpula central y a cuyas naves proporciona una airosa altura al concebir los soportes en dos niveles, de forma que en el plano inferior se levantan unos estilizados pilares rematados por cubos de entablamento sobre los que se dispone un segundo nivel de pilares.
Planta de la catedral de Granada (desde 1528) y vista de conjunto.
El éxito de las novedosas propuestas de Siloé fue rotundo y podría decirse que ya no le faltó trabajo el resto de sus días. Intervino también en las trazas de las catedrales de Málaga y de Guadix y fue además autor del proyecto de uno de los edificios emblemáticos del Renacimiento español, la Sacra Capilla del Salvador, en Úbeda. Y no se detuvo ahí. Siguiendo la vieja tradición paterna, Siloé se dedicó también a la escultura, sobre todo en sus primeros años en Burgos, aunque nunca abandonó este oficio familiar por el que parecía sentir una profunda afición. Su fama alcanzó a toda la España de la época, de manera que aquí y allá podemos encontrar esculturas realizadas en su taller granadino y luego trasladadas a lugares bien distantes.
Puedo imaginarme a aquel hombre que otorgaba testamento en un frío día de enero de 1563. Probablemente debería sentirse orgulloso de cuanto había realizado como artista. Es seguro que se acordaba entonces de su padre porque encarga en el documento varias misas a su memoria y a la de su madre. Pero, al mismo tiempo, cierta tristeza debía poseer su ánimo, porque Siloé deja anotado que "no tengo herederos legítimos, ascendientes ni descendientes". El viejo arquitecto sabía que con él concluía una tradición que tal vez se remontaba fuera de España alguna generación más. El hombre que trajo hasta aquí las formas de la arquitectura del Renacimiento no tenía hijos que siguieran su arte. Triste, sin duda.
Diego de Siloé: "martirio de San Juan Bautista" (1528). Valladolid.
Desde Úbeda, esta página nos proporciona una ficha sobre la vida y obra de Diego de Siloé, que podéis completar con la información que nos ofrece la Granadapedia. Por último, este texto en PDF detalla un buen ejemplo de su producción escultórica. Concluyo con el enlace al texto del testamento del artista.